Fenómenos globales como la crisis climática o el despoblamiento rural son consecuencia de un proceso civilizatorio que viene gestándose hace mucho tiempo, el resultado de un modelo de desarrollo económico salvaje y un sistema capitalista depredador. Por eso estamos ante realidades ultracomplejas que no pueden ser abordadas desde planteamientos simplistas, viejas consignas o demagogias populistas.
Para acometer el reto demográfico o el cambio climático y no caer en recetas trasnochadas que repiten errores del pasado, es necesario replantear los fundamentos del modelo económico, social y laboral que ha originado el problema, reformulando algunos de los supuestos de nuestro ideal de vida y felicidad, poniendo en crisis los señuelos y cantos de sirena de los que nos vendieron un billete a la felicidad cuyo destino terminaba en la ciudad.
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