Somos los relatos que nos contaron y que nos contamos cada día. Sin elegirlo yo nací hace 54 años en un mundo gobernado por ángeles y demonios (cuentos oficiales de la religión)…; en un país elegido por dios que era una unidad de destino en lo universal (cuentos oficiales y delirantes de la patria)…; en una sociedad estamental y cerrada donde cada uno había nacido en una clase social y debía actuar en consecuencia (cuentos oficiales del poder)…; en un régimen donde el que portaba un relato diferente (extranjero, homosexual, ateo, divorciado, comunista…) era sospechoso y peligroso (cuentos oficiales de lo bueno y lo malo)… Como cualquiera de mis paisanos, di por buenos esos cuentos, no había otra elección, hasta que descubrí que eran solo cuentos y que podía cambiarlos. Luego, a duras penas y a contracorriente los fui cambiando. Eso me ha llevado a entender los comportamientos irracionales, supremacistas, xenófobos, racistas… Y a ser comprensivo con las personas que los proclaman porque únicamente son la caja de resonancia y las víctimas de los relatos con los que nacieron y de los que no pudieron escapar.
Puedo cambiar mis relatos y transformar por completo mi vida.
Desmontando los relatos que viven en nuestra cabeza para descubrir de donde venimos y decidir adonde vamos.
No podemos elegir las historias que nos entregan al nacer pero sí decidir los relatos con los que queremos vivir.
Lo que llamamos pensamientos nacen de los relatos “oficiales” que nos han contado. Cuando somos pequeños nos instalan una serie de cuentos en la cabeza con los que solemos vivir de por vida y portar como una pesada mochila. Esos cuentos fabulados acerca del origen y final de la vida, de la familia, de la patria, de la raza, de la riqueza… condicionan por completo nuestra existencia y definen nuestras formas de vida, culturas, países y civilizaciones. El poder se basa en eso, en que todos tengamos unas mismas historias en la cabeza y pensemos en automático. Pero igual que montaron nuestros relatos sin pedirnos permiso, podemos desmontarlos y comenzar a aprender a ser libres, al menos a elegir y ser dueños de los relatos con los que queremos vivir.
Los grandes relatos que hemos heredado. Grandes cosas que no existen pero en las que creemos.
Llegamos a la vida y ya estamos etiquetados a una serie de relatos sin dar nuestro consentimiento (derechas/izquierdas, musulmanes/católicos, pobres/ricos, Real Madrid/Barcelona…).
Cuando hablamos de la superioridad de una raza, del dios verdadero, de la propiedad, del dinero, de la institución familiar, de las relaciones legítimas… No estamos refiriéndonos a otra cosa que a relatos fabulados (y en ocasiones inverosímiles) que inventaron para nosotros, y que elevamos a categoría de verdades cuando millones de personas creen en ellas. Con ello no estoy abogando para que dejes de creer en lo que crees, únicamente que seas consciente del origen de tus creencias y los relatos que las sustentan, para luego decidir si quieres mantenerlos, cambiarlos o inventar los tuyos propios para conducirte.
La libertad, la democracia, los derechos humanos… también son relatos inventados, no son realidades como el Sol o la Luna que siempre han estado ahí, alguien los inventó, y después mucha gente los dimos por buenos. Y entre otras cosas han contribuido a que no nos estemos matando todos los días, a tener formas de gobernarnos más participativas, a construir la paz como norma de convivencia; o a todo lo contrario. Por eso son tan importantes.
Por ejemplo: la libertad como la entendemos es un cuento que nace en la Revolución francesa, la democracia es un invento que ve la luz en la antigua Grecia, o los derechos humanos un relato en forma de declaración que surgen de la ONU en 1948.
En todas las religiones y culturas hay relatos (principios) que abogan por la libertad, la paz, la dignidad…; un conjunto de valores comunes que pueden servirnos para la convivencia y el respeto de todos a los relatos diferentes de los demás.
Estamos hechos de los relatos que se instalan y viven en nuestra cabeza. El ser humano es un animal que cuenta cuentos, y que a diferencia de otros animales, como sostiene Harari, es capaz de creer en cosas que no existen. A veces somos tan necios que cuestionamos los mundos de los demás sin ni siquiera someter a la más mínima crítica los cuentos fabulados que heredamos y vamos contando por ahí todos los días.
Yo soy los relatos que me entregaron y los que decido tener.
Me miro a mí mismo y me veo como una carcasa (hardware) que se mueve con los relatos que un día me contaron y di por buenos (software), claro que también soy consciente de la posibilidad de desinstalar esos relatos e instalar otros nuevos. Siempre podemos resetear nuestra mente y reinventarnos, una cualidad, que a diferencia de otros animales nos permite evolucionar y transformar nuestro ser y nuestro entorno. Tan difícil es crear un buen relato en el que muchos crean, como cambiar los relatos que viven en mi mente y doy por buenos.
Por ejemplo: dentro de mí hay relatos que aunque los he marcado y declarado como no válidos, aún me juegan malas pasadas, y como la hiedra vuelven a brotar en mi interior sin mi permiso. Así de fuerte es el poder del relato, nos somete y narcotiza como a un drogodependiente.
No te voy a aburrir contándote los relatos con los que nací y sus mecanismos de reproducción en la familia, la iglesia, la escuela, la plaza, la radio, la televisión…; tan sólo te puedo decir que en el trasfondo de esos relatos estaba el miedo, la resignación, la inacción… la reducción del rol del ser humano a espectador de la historia en lugar de constructor del futuro.
Los relatos de mi cultura y de mi ser tienen ingredientes milenarios y vienen de Parménides (yo soy así, el mundo es así, esto es lo que hay, así son las cosas y así serán siempre…), otros vienen del cristianismo, otros de la ideología, otros de la escuela y el espíritu patrio… En definitiva, cuentos que lleva toda la vida desmontar para construir una existencia con cierto significado.
Los relatos que nos constituyen determinan nuestra vida por completo, ya que a partir de ellos y los pensamientos automáticos que generan, nacen nuestras emociones y estados de ánimo, y por ende, nuestros resultados e impacto que dejamos en el mundo.
Por ejemplo: cuando te crees los cuentos del cristianismo, automáticamente te expones al miedo o la culpa, emociones que generan estados de ánimo poco proclives para construir acciones de valor.
El relato crea el mundo (primero fue el verbo), cualquier nueva realidad vive primero en el enunciado de un relato, si el cuento es poderoso, las personas a las que va dirigido lo hacen realidad con facilidad, de ahí la fuerza de las profecías bien formuladas y de sus profetas para constituir el mundo. Y por supuesto, de la presencia de un poder que las arrope y haga suyas (aunque el relato potente es generador de poder en sí mismo).
Por ejemplo: Constantino se opuso con fuerza al contrarrelato del cristianismo, pero cuando descubrió en su formulación una herramienta de dominación mucho más eficaz que la suya para ejercer el control, no dudó en cambiarse de bando y abrazar el nuevo relato, abriendo la puerta al cesaropapismo y con ello a la implantación de un nuevo orden con un poder terrenal descomunal para aplastar al ser humano allí donde anida.
Otro ejemplo de cómo el relato crea el mundo lo tenemos en Marx, él profetizó la desaparición del capitalismo y la llegada del comunismo, un fenómeno que se produciría en los países industrializados; se equivocó de cabo a rabo, pero su profecía aunque no se cumplió, cambió el curso de la historia, su implantación fue en países subdesarrollados y de economía agraria (hoy la cuarta parte de la humanidad vive en un régimen comunista). Su relato sedujo tanto que el mundo no lo podríamos entender sin él.
Cómo creamos el mundo a partir de conjuntos de relatos.
1) Los grandes relatos que crean nuestro mundo.
- Relatos del origen, fin del mundo y vida eterna (religiosos).
- Relatos del origen de la comunidad en la que vivimos (patria, nación, raza…).
- Relatos de la política, la ordenación del mundo y la organización (ideología).
- Relatos del valor, el desperdicio y el dinero (economía).
- Relatos de la observación de la naturaleza, sensaciones y datos (ciencia).
- Y otros relatos constituyentes (arte, cultura, literatura…).
2) Esos relatos crean pensamientos y los pensamientos reiterados producen hábitos de pensamiento.
Cuando esos grandes relatos reverberan millones de veces en la caja de resonancia de la mente individual y social, pasan a darse por buenos (“verdad”), generando pensamientos automáticos; entonces nuestra mente comienza a actuar en modo “piloto automático”, sin cuestionarse el postulado que los sustentan. En ese momento ya tenemos adoptado un hábito de pensamiento.
Por ejemplo: cuando doy por buenos los cuentos sobre la patria y sus valores, la muerte y el juicio final… no necesito pensar, la mente se vuelve perezosa, etiqueta y acepta todo lo que se acopla al relato y rechaza lo que no casa con él. De esa manera relatos pobres crean pensamientos y hábitos de pensamiento pobres (mentalidades). Luego, lo que hablamos no es más que un acto reflejo de nuestros pensamientos que reproducen literalmente nuestros relatos.
Una ficción mil veces recreada en el imaginario colectivo se transforma en una causa, al igual que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad, todo un campo abonado para creación de realidades basadas en fake news.
Por ejemplo: los poderes establecidos nos lanzan a diario relatos interesados a través de los medios de comunicación y redes sociales, consiguiendo en poco tiempo conducir nuestros pensamientos y acciones en una determinada dirección, desde un manejo interesado y eficaz del miedo, la culpa y el odio.
3) La cultura y el paradigma de una época histórica se asientan en unos relatos y hábitos de pensamiento.
Cuando el hábito de pensamiento se replica en una comunidad amplia, ya hemos adoptado una forma de ver el mundo que implica la explicación (interpretación) que damos a todas las cosas existentes e inexistentes.
El proceso abarca también al pensamiento científico entendido como conjunto de explicaciones universalmente reconocidas que durante cierto tiempo proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica (Thomas Kuhn), una forma en toda regla de ver y explicar el mundo (paradigma) que incluye todas las realidades de la física y la metafísica.
4) El nacimiento de las culturas y las civilizaciones.
Cuando los relatos están asentados en el imaginario y las prácticas sociales por generaciones, nacen las culturas, los imperios y las civilizaciones.
Las historias que contienen los relatos se convierten en comportamientos que tendemos a imitar y reproducir, llevándolos a nuestro ordenamiento legal para castigar todo lo que se aleja de la norma.
Y de esta manera asistimos al nacimiento de la moral (conjunto de comportamientos contenidos en el relato), las leyes y el derecho.
Los cuentos que nos contaron y nos contamos (relatos), en esta ascendente, definen lo que catalogamos como bello y feo, alegre y triste, lícito e ilícito, bueno y malo…; y con esos cuentos nos damos las reglas por las que nos conducimos, y establecemos las sanciones y premios en función de la alineación de nuestros actos con los relatos aceptados por la comunidad en la que vivimos.
Los relatos muchas veces son una secuencia cíclica que aparece y desaparece a lo largo de la historia, manifestándose en los sentimientos, las formas artísticas y los gustos; como lo pone de manifiesto Eugenio d’Ors.
Por eso el poder es tan celoso de que nadie se aparte del relato oficial, porque su aceptación supone control y los relatos divergentes una amenaza que abren la posibilidad a un contrapoder emergente.
El poder es la facultad de etiquetar la naturaleza de las cosas y los actos públicos y privados, cambiando a su antojo la condición de legal e ilegal, héroe y villano, amigo y enemigo…
Nacimiento, acomodación, cenit y declinar del relato.
Tomo aquí dos referentes fundamentales para entender cómo nacen y mueren los relatos y con ello condicionan los procesos históricos y la creación de futuro:
La explicación del cambio de Hegel (tesis, antítesis y síntesis), así un relato transformador nace como oposición a otro y genera una realidad nueva. La historia de la humanidad es una lucha de relatos: relatos que trabajan para perpetuarse (poder) contra otros que lo hacen para ocupar su lugar (contrapoder).
La aceptación y asimilación del relato sigue un patrón similar al enunciado de Piaget para el proceso de aprendizaje: aceptación del nuevo relato – asimilación – acomodación – conflicto – crisis- nuevo relato que lo desplaza.
Todo relato está condenado a morir.
Ningún relato por poderoso que sea va a ser hegemónico de por vida, ninguna civilización va a ser dominante a lo largo de la historia, ninguna religión va a ser eterna (como mucho de las 4200 que han existido quedaría una). Y eso lo saben los emperadores antiguos y actuales, los jerarcas religiosos, los padres del capitalismo… Todos se esfumarán como sombras fugaces, mientras sus espacios de poder serán ocupados por nuevos profetas y sus relatos.
Por ejemplo: toda civilización se basa en un relato de supremacía, que dura hasta que esa civilización con su tecnología y economía colapsan y su lugar pasa a ser ocupado por otro relato más poderoso que se la opone.
Nuevos relatos acerca del futuro y sus posibilidades pueden reorientar la mirada de la ciencia y la tecnología, que terminan transformando el orden de cosas existente. Entonces el nuevo relato nos trae un cambio de paradigma.
Desmontando los relatos que nos entregaron y construyendo otros nuevos.
En el futuro tendremos que inventar nuevos relatos para movernos, relatos superadores de los actuales que están agotados y desgastados. Nuevos relatos que nos reconecten con el mundo. Y tú puedes ser artífice de los mismos.
Los relatos que nos constituyen son fabulaciones del mundo y descripciones e interpretaciones de cosas que no existen.
El poder se perpetúa o nace de un relato poderoso, mira por ejemplo algunos relatos que cambiaron nuestro mundo:
Los relatos del fascismo: a través de cuentos sobre el racismo, la supremacía, el espacio vital… han conducido a la humanidad a la destrucción y crímenes horrendos, pero no hay que olvidar que esas historias inverosímiles fueron vitoreadas y aceptadas sin pestañear por una mayoría de ciudadanos seducidos por la fuerza del relato, y ese poder no lo podemos soslayar porque el ser humano es relatodependiente y en cualquier momento de la historia en el que haya problemas puede volver a abrazarlo.
Por ejemplo: en Europa, cuando los relatos de la paz, la democracia y la solidaridad se debilitan por el efecto de una crisis, se vuelven a abrir paso con fuerza los relatos del fascismo (Francia, Italia, Alemania, España…).
Los relatos del calvinismo: Calvino es uno de mis fabuladores de culto, todo un maestro de este arte para estudiosos. Calvino era consciente que para ganar la batalla al cristianismo decadente basado en la baza de la pobreza y la resignación, había que oponerle un nuevo cuento fundamentado en la riqueza y la ambición, una forma de hacer fuertes y poderosas a las comunidades que abrazasen su credo ¿Y qué historia inventó? Nada menos que la revelación divina acerca de las personas elegidas y salvadas por Dios en vida: Dios ha marcado a los salvados por su éxito en los negocios, no hay que esperar al juicio final. No conozco un estímulo mejor de una religión para la creación de empresa, actividad económica y riqueza (¿quién no se arriesga en vida a ser próspero en los negocios para garantizarse la salvación eterna?). Calvino era un tío listo y conocedor del valor profético del relato, basta observar los países y comunidades donde se implantó su credo para darse cuenta del efecto transformador de sus prédicas. Al fin y al cabo, nadie puede verificar tan estrafalaria ocurrencia, eso es lo que yo llamo jugar con ventaja al trabajar con unos seres (humanos) dispuestos a creer a pies juntillas en cosas que no existen.
Y así los grandes inventores de narrativas de lo que no existe (Luther King, Mandela, Platón, Confucio, Mahoma…) construyeron y construyen cada día el mundo.
Respeto profundamente los relatos que me entregó mi familia, la iglesia, la escuela, el estado… pero no los acepto porque asumo que en el tiempo nuevo que me ha tocado vivir, necesito reformular todos mis relatos, esquemas mentales y forma de pensar para fluir con la nueva realidad. Ahora me guío por mis propios relatos y por los de aquéllas personas a las que doy autoridad y que me muestran una dimensión del mundo más grande y lleno de posibilidades, un universo abierto a la creatividad, la innovación, el emprendimiento y el liderazgo. Un mundo que sustituye el miedo, la culpa, la resignación y el resentimiento por el atrevimiento y la acción. La sustitución de una mente que piensa en automático por una mente creativa, constructiva, propositiva y comprometida. Todo un esfuerzo titánico que se sustenta en la gestión de los relatos que viven en mi mente.
El lenguaje, a través del relato crea nuestra realidad, cuando todos creemos que los demás creen en el mismo relato, comenzamos a coordinar acciones y cooperar en masa: a hacer declaraciones, a prometer, a pedir, a hacer ofertas… Y a transformar nuestro mundo.
Pon en cuarentena tus relatos y renuévalos.
Adelante!!!
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