Lo vamos a pasar muy mal. Es cierto que el cambio de época está lleno de oportunidades, con la misma rotundidad que podemos afirmar que muy pocos tienen la apertura mental, la decisión y la fortaleza emocional para pasarse a la otra orilla, para cambiar y transformarse. Desde que lo viejo muere hasta que lo nuevo llega es un tiempo de agitación.
En las últimas décadas construimos un mundo que se desmorona por sus cimientos, y lo peor de todo es que desarrollamos una falsa creencia de seguridad, de tenerlo todo controlado (ingresos, trabajo, familia, futuro…). Esto trajo consigo una pérdida de nuestros instintos positivos de supervivencia y crecimiento, justo el conjunto de fuerzas que gatillan la movilización y el emprendimiento.
Una sociedad atenazada por la creencia de que las necesidades van a ser cubiertas por la divina providencia o el Estado, no es dueña de su destino. Podemos sufrir un calvario si no estamos dispuestos a transformarnos por dentro y a cambiar todas nuestras creencias limitantes.
Todo el tiempo que empleemos en reivindicar que nos sea devuelta la promesa de restituir nuestro sentimiento de seguridad, será infructuoso. El gran cambio que tenemos que hacer está en el interior de nosotros, en reconocer esa voz interior que se queja por todo, esa que te dice que no te arriesgues, que todo está inventado, que es mejor verlas venir… Ese es el gran enemigo con el que tenemos que lidiar.
Lo que nos espera no es fácil porque nuestro paradigma del mundo no nos sirve para desenvolvernos en la nueva realidad, da igual los títulos académicos que acumulemos y los honores pasados, con nuestra actitud actual, sólo nos servirán para hacer aún más rígidos e inservibles nuestros esquemas.
El tiempo en el que entramos es contradictorio, tenemos a nuestro alcance todos los medios y recursos para cambiar el mundo, pero carecemos de las habilidades y actitudes para hacerlo. Aunque intuimos los grandes yacimientos de oportunidad, sólo algunos, y en casos excepcionales, explotan el potencial de creación de riqueza y valor.
Hablamos de grandes posibilidades pero realmente no sabemos cómo traducirlas en valor expansivo para toda la sociedad, entre otras cosas porque nuestro sentido natural del emprendimiento y el liderazgo lo hemos atrofiado, somos como gatos náufragos que se mueren de hambre en una isla llena de ratones porque olvidaron cazar.
Si analizamos la nueva economía, las tecnologías de la información y la comunicación, los negocios digitales, las actividades del conocimiento, las tecnologías facilitadoras esenciales (TFE), y el desarrollo monumental que han creado, podremos concluir que han producido miles de millones de clientes y beneficios colosales; el problema es que este negocio es de unos cuantos, el resto somos obreros de esta nueva economía pero con el mismo espíritu que el proletariado de los siglos XIX y XX. Nuestras formas de pensar enraizadas en una educación paralizante asfixian por completo nuestro potencial.
Definitivamente no estamos preparados para habitar el nuevo tiempo, no tenemos la perspectiva, la flexibilidad, la fortaleza emocional ni las competencias para hacerlo.
La dura realidad a la que asistimos es que somos un enorme mercado de trabajadores de la Era industrial a punto de jubilarse (funcionarios, obreros, da igual), inadaptados para el nuevo tiempo; y unas huestes enormes de jóvenes con el mismo pensamiento viejo de sus padres aunque con más títulos, dispuestas a ofrecerse como mercenarias laborales en un gigantesco mercado global.
Si mantenemos nuestros viejos esquemas de pensamiento, y no nos abrimos al desarrollo de nuevas competencias, el panorama para el futuro a corto y medio plazo no es muy alentador. Toda una generación va a pasar por una gran tormenta con suerte desigual (una pequeña minoría alcanzará el dorado de ser funcionario, mientras que la inmensa mayoría deberá resetear su mente, desarrollar nuevos objetivos vitales y reinventarse).
Y lo peor de todo, es que a esta generación no se lo hemos puesto fácil, después de repetir una y otra vez que fueran «por lo seguro», que estudiaran una buena carrera… Hemos conseguido ponerla al borde mismo del precipicio.
Nunca en la historia ha habido una generación más exigida: desarrollo de la disciplina de un trabajador de la Era industrial, la formación de un trabajador del conocimiento, y ahora las competencias genéricas de un emprendedor y un líder moderno.
Toda esa generación en buena proporción ya posee disciplina laboral (hábitos de estudio y dedicación) y conocimientos especializados en sus respectivas ramas. Ahora hace falta lo más difícil: desarrollo de competencias para la innovación, el emprendimiento, la dirección y el liderazgo (competencias genéricas)
«Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza». A. Gramsci.
Aún con el desarrollo de estas nuevas competencias vamos a cometer muchos errores, y si así ocurre, no es malo, será un síntoma de que estamos en movimiento. El peor enemigo que podemos enfrentar es sentirnos abrumados ante la magnitud del cambio y caer paralizados.
Tardaremos tiempo en deshacernos de nuestro viejo paradigma que nos seguirá jugando malas pasadas. Lo vamos a pasar muy mal hasta que aprendamos a surfear en el desconocido océano de incertidumbre que se abre inmenso a nuestra vista.
En el camino vamos a asistir a la erosión y hundimiento de muchas de nuestras antiguas instituciones y organizaciones, por pura inercia, vamos a permanecer aferrados a sus restos en medio del naufragio.
No nos queda otra que mirar el nuevo mundo con alegría, abrazar los problemas y percibirlos como oportunidades, pero de nada servirá si no estamos dispuestos a transformarnos, a aprender cosas nuevas, de manera distinta y con un propósito completamente diferente.
Deberemos convertirnos en artífices y protagonistas de nuestras propias vidas buscando nuevas alternativas para sustentarnos. Posiblemente en el futuro no habrá desempleo, sencillamente porque no habrá empleo tal y como lo entendemos, o será residual. Pero por eso no podemos estar tristes, cuando el empleo ha sido un instrumento histórico para la dominación y fuente de sufrimiento humano (esclavitud, explotación, control…).
Ahora que llega el fin del empleo no podemos acongojamos, estamos invitados a inventar unas nuevas formas de trabajo, producción y organización social. Todo un espacio abierto a la creatividad humana. Todo está por inventar.
Como afirmaba Gramsci, hasta que lo viejo se agota y muere, y lo nuevo se abre paso e instala, hay un periodo de transición y enorme convulsión donde todo es confuso y los monstruos se agitan, justo el momento en el que estamos ahora. ¡Qué suerte tenemos de poderlo vivir!
Una vez tuve cautivo a un conejo silvestre, durante tanto tiempo que cundo lo liberé, el conejo volvía insistentemente a su prisión. Aprendí mucho de esa lección, me hizo comprender que los conejos y los humanos no somos tan distintos, también que nos convertimos en esclavos históricos en las cárceles que creamos, siendo incapaces de mirar hacia fuera, soñar y construir un futuro mejor por la fuerza misma de la inercia. Somos esclavos de nuestras formas de pensar.
Con todo, soy tremendamente optimista, cuando identifiquemos todos estos factores que taponan el desarrollo de nuestras posibilidades en la nueva civilización y hagamos los cambios culturales y educativos pertinentes, seremos imparables por nuestra natural condición de monos inquietos capaces de emocionarse y hacerse preguntas, imaginar e inventar, emprender y crear belleza de manera infinita.
«Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura». A. Gramsci.
Atrevámonos a producir un cambio cultural y una transformación educativa, las viejas instituciones no lo van a hacer, al contrario, tratarán de impedirlo pues saben que es el acelerador histórico de lo nuevo, tenemos que ser nosotros como ciudadanos individuales organizados.
No hay tiempo que perder.
Adelante!!!
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Posiblemente hemos perdido el instinto de supervivencia, nacemos con el, pero quizás el conformismo se apoderó de nuestro instinto. Cuando nacemos la primera necesidad que tenemos es la de expansionar nuestros pulmones para recibir oxigeno, lo hacemos solos, bien, y por primera vez en nuestra vida, nadie nos lo enseña, porque el instinto de supervivencia natural nuestro se manifiesta ante una alarma.
Que nos pasa, ¿la alarma no ha saltado?, ¿a alguien no le interesa que la alarma suene?, o será que los que tenían que activar la alarma no lo hicieron y hoy nos viene todo este cambio galopante dejándonos en el complejo de que estamos a años luz de la realidad actual.
Recurrir a nuestro instinto de supervivencia sería pensar en apostar, arriesgar, buscar objetivo, ser constante, comprometerse, etc…., sin embargo nos mantenemos aislados del cambio, o será que nos mantienen aislados del cambio, no es difícil encontrar soluciones, lo difícil es ser escuchado y valorado, lástima que nuestro sistema seguirá ivernando en las oscuras cuevas de la ignorancia.
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Efectivamente el cambio debe hacerse dentro de cada uno y no dejarse guiar por esa voz interior que es la que nos ha traido hasta aqui, esa voz que considera al otro como un competidor y nos hace seguir nuestros intereses pariculares y a actuar por libre sin tener en cuenta a los demás. Si entendieramos de una vez por todas que el bien y el mal que le hagas a otros te lo estas haciendo a ti mismo (a nivel personas, comunidades, paises, continentes) cambiariamos el mundo. En definitiva la solucion a todos los problemas es ser mejores personas y creo que afortunadamente estamos avocados a eso.