Liderazgo político en una sociedad fragmentada y polarizada.

Entender la complejidad del comportamiento social para el liderazgo político.

Vienen tiempos difíciles para la política, si quieres dedicarte a esto, prepárate a fondo, porque vienen curvas. Lo primero es observar cómo se comportan las personas frente al cambio desde su forma de relacionarse con el pasado, el presente y el futuro. A partir de ahí podremos comprender cómo nacen nuestras creencias y comportamientos (refractarios al cambio, conservadores, reformistas, progresistas, rupturistas con el pasado, futuristas). Cuando ya entiendas esto, ármate de valor porque tendrás que enfrentarte cada día a los bulos, las etiquetas, los descreídos, los adversarios, los enemigos, los enemigos mortales y los compañeros de partido. Prepárate para sufrir porque la carne de político cotiza barata y la única manera de salir triunfante es aumentar tus habilidades como líder.

Si aún te quedaron ganas, sigue leyendo.

¿Qué es el ser humano?

Tener una interpretación de la naturaleza del ser es esencial para entender cómo se fraguan las identidades, las propensiones, las mentalidades, las ideologías, los movimientos sociales, las emociones, los estados de ánimo colectivos, los movimientos de masas, la fragmentación social, la disidencia, el nacionalismo, el resentimiento, la violencia o la guerra.

Un ejercicio para el que hay que volver a recurrir a las viejas preguntas de los viejos manuales de filosofía ¿Qué es el ser humano? ¿Qué puedo esperar? ¿Cómo debo comportarme?  ¿Cómo surge el cambio histórico? Rescatando la filosofía del lenguaje y su mirada ontológica que nos revela el ser como una realidad compuesta de biología (cuerpo), emociones y lenguaje. Lo que nos constituye en seres históricos marcados por el pasado y lanzados al futuro.

¿Dónde está la raíz del comportamiento social?

Nuestros comportamientos nacen de cómo percibimos, nos relacionamos  y apropiamos del tiempo pasado, presente y futuro.

El pasado no está muerto, vive en nosotros en forma de recuerdos, lealtades, creencias, ritos, leyendas, etiquetas, memes, mantras, religión, cultura y relatos. De tal manera que condiciona y define nuestro presente y las decisiones y cursos de acción de futuro que tomamos. A tal punto puede llegar el peso del pasado para algunas personas y comunidades, que llega a sustituir al raciocinio y al juicio crítico, convirtiéndose en una forma de pensamiento automático que se convierte en hábito.

La visión del pasado que tenemos no refleja exactamente la objetividad de los hechos pretéritos tal y como ocurrieron, vive en nosotros en forma de relatos que responden a una  reconstrucción interesada y, muchas veces manipulada, de lo que aconteció. Por eso, ante los problemas que traen las crisis, es muy fácil influir en la opinión de la gente, haciendo creer que una vuelta al pasado es mucho mejor y sembrando en el imaginario colectivo entelequias y falsas Arcadias.

El presente es un frenesí atravesado y bombardeado por un horizonte de acontecimientos que se amontonan desordenadamente y generan mareo, zozobra e incertidumbre.

Y el futuro se nos revela en forma de fantasías, posibilidades y amenazas.

Presos en el pasado, abiertos a posibilidades, asustados, inseguros y lanzados al futuro.

Dependiendo de nuestra posición respecto al tiempo, surgen nuestras identidades y comportamientos individuales y colectivos.

Así hay personas y comunidades que permanecen atrapadas en el pasado y solo interpretan las opciones posibles para su futuro preguntando a su pasado (costumbres, creencias).

Hay quienes se desligan de las principales rémoras del pasado y se centran en sacar partido al horizonte de posibilidades de lo que acontece (presente), mirando lo emergente y aprovechando las oportunidades que se abren.

Hay quienes se asoman al presente y al futuro y se asustan, quedando paralizados y sin capacidad de respuesta.

Hay quienes fantasean con las oportunidades de futuro pero no se ponen en marcha hasta estar completamente seguros del paso a dar, dedicando largo tiempo a buscar todas las respuestas a todas las preguntas y consagrando la vida a formarse y prepararse para no errar, olvidando que para llegar a alguna parte hay que caminar y actuar.

Hay quienes quieren crear un futuro nuevo a toda costa, denigrando del pasado y sin sensibilidad alguna por los sentimientos de otras personas por los tiempos pretéritos.

Hay quienes están lanzados al futuro abrazando las tendencias más vanguardistas y rupturistas.

Y en definitiva, definimos lo que somos individual y colectivamente de nuestro interpretar y habitar el tiempo. Así surgen los atrapados en el pasado, los navegantes avispados, los asustados resignados, los fantasiosos del futuro, los obstinados obsesivos, los vividores despreocupados… Y de éstos surgen identidades diversas en forma de tribus y grupúsculos que configuran un mapa social complejo y variopinto.

Así, cada ser humano y comunidad quedan definidos por la forma de relacionarse con el tiempo, a la vez que todos tenemos una parte de las referidas sensibilidades (un poco de pasado, un poco de presente y un poco de futuro), incluso los conservadores impenitentes y los progresistas irredentos.

Y cada uno estos grupos a su vez, configura un estado de ánimo que se proyecta en la tela de araña gigante que teje nuestra compleja estructura social, en una vorágine efervescente de mundos que aparecen y desaparecen.

Nacimiento de movimientos y partidos políticos fruto de la agitación social.

Refractarios al cambio. En forma de movimientos que fantasmean con una imagen deformada e idealizada del pasado y entienden el presente y el futuro como una ampliación deseable de lo pretérito. Viven en una crisis permanente con los demás al tener que lidiar tozudamente cada día con el cambio y oponerse a su avance. Este fenómeno lo puedes observar cuando hay tiempos históricos de cambio frenético como el actual, surgiendo movimientos políticos y sociales que se resisten al cambio desde diferentes ideologías y sensibilidades (luditas, menonitas, creacionistas, supremacistas, negacionistas, fascistas, neoconservadores…).

Conservadores. Los que quieren conservar buena parte del pasado pero no se cierran del todo a algunas posibilidades del futuro; aunque a regañadientes y con muchas reticencias y matices terminan aceptando algunas evidencias y tendencias de los nuevos tiempos cuando sus posturas quedan en evidencia (cambio climático, igualdad entre hombres y mujeres, diversidad sexual…). 

Reformistas. Los que conservando el pasado están abiertos a introducir cambios para mejorar el presente y crear oportunidades de futuro.

Progresistas. Los que se abren al futuro, conservando lo mejor del pasado sin que resulte una rémora para habitar el porvenir.

Rupturistas con el pasado. Los que quieren romper cualquier lazo con el pasado y construir un nuevo futuro sin tener en cuenta las sensibilidades y los vínculos que la mayor parte de las personas tienen con su historia.

Futuristas irreverentes. Los que desean trasladarse a vivir al futuro, abriéndose a todo lo nuevo que depara la ciencia y el conocimiento, dispuestos a asaltar sus fronteras y apostando abiertamente por lo disruptivo (transhumanismo, creación de vida nueva, hibridación ser humano/máquina, inmortalidad, tecnoreligiones…).

Crisis, agitación política y choque entre posturas encontradas.

Del relacionarnos con el pasado, presente y futuro y el horizonte de posibilidades que surge de ellos, nace la coctelera explosiva en la que vivimos, donde entran en contradicción las creencias, sensibilidades y cosmovisiones; fragmentando la sociedad en grupos diversos con puntos de vista extremos y difíciles de conciliar.

Gobernar en momentos de calma es fácil, sin embargo, en tiempos revueltos como el actual, los líderes políticos necesitan una preparación extra para no sucumbir al tsunami emocional que supone enfrentar un ritmo frenético de acontecimientos que se precipitan sin control. Un contexto en el que es necesario desarrollar fortaleza emocional, flexibilidad, conocimiento en profundidad del funcionamiento de la mente humana, las emociones, los estados de ánimo y el comportamiento gregario de las sociedades.

Los tiempos de crisis vienen acompañados de un torbellino frenético de interpretaciones encontradas de la realidad y una división profunda en la sociedad, donde los individuos buscan nuevas propuestas para canalizar su frustración. Su manifestación en el espectro de los parlamentos se refleja en la proliferación de nuevos partidos que se tensionan por los polos y debilitan el bipartidismo y la alternancia en el poder de los partidos tradicionales. Y es en este panorama donde encuentran el camino abonado el fascismo, el neoliberalismo o el populismo, a la vez que se hace más complicado alcanzar acuerdos políticos.

Líderes con competencias y habilidades para hacerse cargo de los estados de ánimo encontrados.

Por eso necesitamos líderes políticos que entiendan estas complejidades, tomando como primera prioridad la convivencia, ofreciendo a la sociedad un proyecto de futuro que conserve lo mejor del pasado y se abra a las oportunidades del futuro para incluir el sentir de la mayoría social.

Necesitamos líderes empáticos capaces de interpretar el signo de los tiempos, sin caer en la trampa de etiquetar la sociedad en clave buenos y malos, amigos y enemigos, afines y contrarios. Para todo esto se necesita templanza y cintura política para lidiar con estados de ánimo enervados y hacer un esfuerzo por integrar incluso  a los más recalcitrantes y encastillados en sus posturas. Un líder fuerte también tiene que velar por el estado de ánimo de esas personas, porque son seres que sufren atrapados en la cárcel de un relato que les impide ver más allá de sus creencias limitantes del mundo.

Un líder de primer nivel, sin renunciar a su proyecto político, tiene que hacerse cargo del sentir de todo el espectro de sensibilidades, un ejercicio que no consiste en contentar a todos, porque eso es imposible, pero sí edificar un proyecto de futuro inclusivo que haga posible la convivencia de futuro ante una vorágine de sentimientos encontrados. Un espacio político que construir con la dificultad añadida de que el consenso no es posible.

Adelante!!!

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2 comentarios en “Liderazgo político en una sociedad fragmentada y polarizada.

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