Todos los actores que forman parte del sistema educativo trabajan bajo presión: el estudiante bajo la presión de la familia y del profesor para la consecución de los resultados académicos; la familia bajo el apremio y las privaciones económicas para costear los estudios de los hijos; el profesor bajo los estándares fijados por las autoridades educativas, el centro, las familias y la desmotivación de los estudiantes…
El director del centro vive con el “aliento en el cogote” de la comunidad educativa (estudiantes, padres, profesores, personal no docente) y las exigencias de las autoridades regionales; el consejero y el director general bajo la presión constante de los centros educativos, estudiantes, profesores y el presidente que les puso en el cargo; el presidente regional acuciado por todos los anteriores, la opinión pública y el ministerio de educación; el ministro sobrevive con el corazón en un puño bajo la presión constante de los consejeros regionales, los diferentes actores de la comunidad educativa nacional y la evaluación del presidente del gobierno que le nombró; el presidente del gobierno zozobra asfixiado por las exigencias de los actores educativos organizados de todo el país (sindicatos, estudiantes, profesores, centros educativos, universidades…), además de las embestidas diarias de los medios de comunicación, los lobbys, la oposición política, la de su propio partido, la de los votantes y la de los organismos supranacionales a los que pertenece el país con sus reclamos, recomendaciones y varas de medir.
Es evidente que la educación necesita un cambio en profundidad, pero el primer ejercicio que debemos realizar no es la queja fácil, la búsqueda de culpables o el ajuste de cuentas de unos contra otros. Todos los actores, absolutamente todos, trabajan bajo presión y necesitan ayuda; todos son sufridores de una realidad establecida y unas reglas que no eligieron. El primer paso para implicarse en el problema parte del ejercicio de empatía y comprensión para practicar la compasión, so pena de alimentar la resignación y el resentimiento que perpetúe un orden que muy pocos desean.
En el clamoroso fracaso educativo en el que estamos atrapados no hay culpables, es fruto de una apabullante herencia e inercia histórica cuyo rumbo no puede ser reconducido sin la participación y colaboración del conjunto de los actores educativos.
Aceptar estos hechos no significa caer en la complacencia o eludir responsabilidades, es reconocer que todos somos parte del problema y de la solución, sabiendo que cuando nuestro dedo índice señala un culpable, al menos otros tres dedos comienzan a señalarme a mí.
La realidad es que los padres necesitan ayuda, los estudiantes necesitan ayuda, los profesores necesitan ayuda, el personal no docente necesita ayuda, el director del centro y el rector necesitan ayuda, el consejero necesita ayuda, el ministro necesita ayuda y el presidente del gobierno necesita ayuda. Si quieres ayudar de verdad, de nada sirve criticar o ejercer más presión sobre ellos, la clave es convertirte en una oferta y una posibilidad para las familias, los estudiantes, los profesores, los directores, el consejero, el ministro o el presidente; comprometerse a hacer cosas en la práctica más allá de los discursos. No vale con decir a los demás lo que deberían hacer, sino hacerlo tú mismo.. La cosa no es qué tienen que hacer los demás actores educativos por mí, sino qué puedo ofrecer yo como estudiante, padre, profesor, rector o ministro por los demás.
La urgencia que tenemos por delante es tan grande que nos obliga a reaccionar y a actuar con rapidez, abandonando los viejos tics que nos han llevado a una resignación histórica ante el sentimiento de que “la educación es un caso perdido” o que “el cambio es imposible hagamos lo que hagamos”.
Para romper esta inercia, todos los actores educativos han de hacer un esfuerzo para salir de su zona de confort, asumiendo su responsabilidad y liderazgo, siendo más osados, ampliando su campo de maniobra (se puede hacer todo aquello que no está expresamente prohibido), ejerciendo el liderazgo político para cambiar las reglas de juego, siendo proactivos, asumiendo el error admitiendo que no hay manuales ni caminos transitados.
Producir un cambio nos convoca a unir a toda la comunidad educativa en torno a un propósito común, un esfuerzo colectivo para resignificar y refundar la educación.
Aquí no hay culpables, únicamente tenemos que vencer las inercias y mirar al futuro. Ofreciendo cada uno de nosotros, independientemente de la posición que ocupe, lo mejor que pueda dar para hacer una contribución, porque el estudiante necesita ayuda, la familia necesita ayuda, los profesores necesitan ayuda, el rector necesita ayuda, el ministro necesita ayuda y el presidente necesita ayuda.
Igual que cuando vinimos al mundo, nadie nos preguntó el lugar o la familia donde nacer, ninguno de los actores eligió este sistema educativo, ya estaba aquí cuando llegamos. Sin embargo, esto no es una excusa para que lo mantengamos, todo lo contrario, cambiarlo es nuestra responsabilidad, pero sabiendo que no lo podemos hacer solos, tenemos que hacerlo juntos.
A quienes piensen que el gobierno, el ministro o el presidente se están ocupando del futuro de la educación, yo les digo: ¡Asústense!, pues nadie se está ocupando de ello porque todos viven atropellados por la presión del sistema, lidiando con las urgencias del día a día, agotados por las emergencias y sin tiempo siquiera para pensar en lo importante.
Todos los actores aterrizamos en el sistema educativo con un viejo libreto bajo el brazo que definía el papel que debíamos desempeñar para habitar un mundo, desarrollar una economía y hacer frente a unas necesidades laborales que ya no existen. Y lo que es peor, sin un manual para enfrentar los nuevos desafíos de la educación.
Desde Kairós te invitamos a que te unas a una aventura colectiva a la que estamos sumando a destacados miembros de la comunidad internacional para construir juntos el Tercer Contrato Social de la Educación. Uniendo vigores dispersos y haciendo camino al andar.
Te estamos esperando, Kairós es tu casa, es tu causa.
Adelante!!!
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