Expertos y organizaciones de prestigio internacional señalan al desarrollo de la Inteligencia Artificial y el vehículo eléctrico como la causa que desencadenará a corto plazo una crisis energética global. Si a esto le sumamos otros factores en el medio plazo, como el crecimiento demográfico mundial, el aumento de las rentas y las clases medias, el cambio climático, la demanda de agua dulce y necesidades de desalación o la escalada bélica en los conflictos internacionales; nos deslizamos a una tormenta perfecta sin precedentes. Y como no hay crisis sin oportunidad, todas estas circunstancias nos revelan que apostar por las energías renovables es hacerlo a caballo ganador, porque será un factor de atracción de las industrias de la Cuarta Revolución Industrial, así como una revolución ciudadana en la que los consumidores se convierten en productores (prosumidores).
Crisis del agua y crisis energética, dos caras de la misma moneda.
Hace algún tiempo que señalamos al agua dulce, como la próxima crisis que se estaba gestando (https://juancarloscasco.emprendedorex.com/spain-is-energy-extremadura-is-energy/) a la que hoy sumamos la crisis energética, como realidades a las que tendremos que hacer frente en los próximos años a escala mundial, nacional, regional y local, ocupando una parte importante de la agenda política. Dos desafíos cuyas causas y soluciones están relacionadas entre sí y que hay que abordar desde una visión estratégica conjunta y un enfoque holístico.
Crecimiento de la demanda de energía.
En el último informe de 2024, la Agencia Internacional de la Energía, se estima que la previsión de crecimiento hasta 2026 será de un 3,4% anual, todo ello dentro de una tendencia al alza en su demanda a medida que se incrementa la población mundial y el desarrollo de las economías, dentro de la lógica más crecimiento / más demanda energética. Motivo por el cual, a largo plazo, el consumo de energía será creciente y vinculado al aumento de la población y el nivel de vida de los países; una trayectoria que irá pareja a la evolución demográfica.
Desde el punto de vista geográfico, el 85% de ese incremento llegará de China, India y países del sudeste asiático, a medida que se incrementa también la producción de energías limpias y d bajas emisiones que supondrán el 50% de la generación en 2026.
Un crecimiento paralelo al desarrollo de la Inteligencia Artificial y la digitalización.
La programación de sistemas de inteligencia artificial está multiplicándose por 10 cada seis meses, incrementándose la demanda de chips de manera creciente, disparando con ello el consumo de electricidad. Ante este panorama, personalidades como Elon Musk sostienen que no será posible producir electricidad para poner en funcionamiento todos los chips que necesita la industria digital y en especial los sistemas de Inteligencia Artificial.
El desarrollo de la movilidad eléctrica.
Por otro lado, el crecimiento en paralelo de la movilidad eléctrica, tirará extraordinariamente del consumo, siendo necesario redoblar los esfuerzos en la producción de energías limpias para hacer frente a las demandas de los vehículos eléctricos y la Inteligencia Artificial.
A las voces de Elon Musk y otras reputadas personalidades se suman otras de científicos de gran prestigio, como la del físico Juan Carlos Bolcich que recientemente ha señalado que el mundo colapsará ante la demanda de energía.
A medida que el parque de vehículos eléctricos comienza a dispararse en algunos países, como Países Bajos, empieza a experimentarse un colapso de sus redes eléctricas de distribución. Porque el problema no es solo de generación eléctrica o demanda de los puntos de carga, sino también de la capacidad eléctrica del sistema.
El colapso de las redes eléctricas y el problema del almacenamiento.
Según señal el New York Times en un reciente informe, el crecimiento en la demanda de energía está llevando al límite las redes eléctricas en Estados Unidos, donde los centros de datos, la criptominería y la Inteligencia Artificial están agotando la capacidad de la red eléctrica que en algunos puntos ha multiplicado por 17 la demanda respecto a una década atrás.
Como la energía es un bien que se produce en unos lugares localizados y ha de distribuirse a lo largo del territorio, esto conlleva una sobrecarga en el tendido eléctrico, cuestión que se traduce en la inestabilidad del sistema. Junto a la distribución de la energía, otro de los problemas es el almacenamiento, un campo donde se están produciendo avances pero no al ritmo que impone la demanda.
A su vez, el aumento de las necesidades de la movilidad eléctrica conectada e inteligente incrementa la necesidad de tecnología basada en Inteligencia Artificial, agrandando el problema al tirar de la demanda de las fábricas de microchips y baterías, que a su vez consumen energía de manera intensiva por el incremento de la demanda global. Todo ello nos introduce en un círculo vicioso que amenaza con volver a recurrir a las energías contaminantes si no se acelera la transición energética y se habilita a la ciudadanía como actor productivo de energía limpia (sistemas de autoproducción, comunidades energéticas) para evitar el colapso del sistema.
El gran problema de la energía eléctrica no es su producción sino su almacenamiento para atender los momentos de mayor demanda, a la vez que las energías renovables dependen de la cantidad de sol, aire o agua disponibles en cada momento. En consecuencia, lo que se produce y consume en cada instante ha de estar balanceado. La solución a este galimatías tiene que venir de alternativas inteligentes y complejas, como la utilización de la energía limpia sobrante en el sistema para la producción de hidrógeno verde (que necesita grandes cantidades de energía para su producción), de cara a su conversión de nuevo en energía eléctrica cuando se demande. Todo ello posibilitará el incremento de las inversiones en la producción de energías limpias, garantizando su rentabilidad sin temor a que permanezcan ociosas por largos periodos de tiempo.
El aumento de la demanda por el incremento demográfico y del nivel de renta de la población.
Históricamente, la demanda de la energía está en función del aumento demográfico y el crecimiento de las rentas e ingresos de la población (más consumidores / mayor poder adquisitivo / mayor demanda). Según el BBVA (El reto de la energía: la transición hacia un nuevo modelo energético), desde 1900 hasta la actualidad, la población se ha multiplicado por 4 y el consumo de la energía por 10; una progresión que sigue una curva creciente.
Según las proyecciones que arroja el último informe de Naciones Unidas sobre población, en 2030 podríamos alcanzar los 8.500 millones de habitantes y los 9.700 en 2050; todo lo cual nos da idea del tirón del consumo que se suma a los factores descritos con anterioridad. Si a esto le unimos el crecimiento económico en los países asiáticos, y de manera especial de India y China, nos revelará otro vector de crecimiento imparable.
Aumento del consumo por la influencia del cambio climático.
Según el estudio de la Universidad de de Cambridge y el Word Energy Council (Cambio Climático: Implicaciones para el Sector Energético), el aumento de las temperaturas a escala global supondrá un aumento de la demanda de energía, una acción sinérgica junto al crecimiento de rentas en los países más pobres que tirará del consumo del aire acondicionado, cuya demanda crecerá de los 300 TWh del año 2000 a los 4000 TWh del 2050. Aunque en los países más fríos se experimentará una caída de las necesidades de la calefacción, su consumo global de energía seguirá creciendo sin parar.
Aumento de la demanda de energía para producir agua dulce.
En gran medida, la solución al problema del agua en muchos puntos del planeta estará unida a la transición energética y la digitalización, a medida que los costes de producción de energías limpias vayan disminuyendo se incrementará la eficiencia y el potencial para convertir el agua salada en agua dulce, así como las soluciones digitales para optimizar su gestión; una estrategia que será intensiva en el consumo de energía y se unirá a los factores descritos con anterioridad para tensionar aún más el sistema.
La pugna por el control de la energía y los microchips.
Si analizamos los tres principales focos de conflicto a escala mundial (Guerra de Ucrania, conflicto árabe israelí en Medio Oriente y tensiones en Taiwán entre China, Taiwán y Estados Unidos), con poco que profundicemos en sus causas profundas, aparecerá la energía como nexo común, y la fabricación de microchips en el caso de Taiwán, aspectos que como hemos señalado anteriormente están íntimamente relacionados. El control de las fuentes de energía, su distribución y mercado están detrás de los intereses de las grandes potencias, constituyendo la principal amenaza para la desestabilización en el marco de la geopolítica que nos emite señales inequívocas de la crisis energética que se avecina.
Por otro lado Taiwán es la mayor y más eficiente fábrica de microchips del mundo, por tanto tiene la llave del desarrollo tecnológico y de la Inteligencia Artificial en el mundo, solo así se puede entender la pugna por este territorio estratégico, reivindicado como parte del país por China y bajo el foco de los intereses de Estados Unidos por el interés en su industria camuflado en el discurso sobre la democracia y los derechos humanos.
Conclusiones.
La apuesta estratégica de los países y las regiones en torno a la especialización inteligente sobre la energía que están realizando países como España o regiones como Extremadura es una apuesta a caballo ganador por la capacidad añadida de atraer industrias clave de la Cuarta Revolución Industrial intensivas en tecnología punta (fabricación de baterías, diamantes, microchips…).
La aceleración de los acuerdos para reducir los gases de efecto invernadero y la implantación de energías limpias son una necesidad imperiosa (especialmente del PENIEC en el caso español) para evitar el colapso energético.
La transición energética supone una revolución de gran calado en la que la ciudadanía puede ser protagonista al convertirse en productora de uno de los bienes más codiciados en el siglo XXI.
Se necesita una colaboración multiagente de quíntuple hélice (administraciones, tejido productivo, organizaciones sociales, sector del conocimiento y grandes empresas) que permee el territorio desde un nuevo modelo de gobernanza bottom up, un papel que han de jugar las redes territoriales lideradas por entidades como los Grupos de Acción Local, organizadas en torno a grupos motores, como es el caso del Grupo Motor para la Transición Energética en España (https://www.gmtransicionenergetica.com/).
No hay crisis sin oportunidades y la crisis energética traerá muchos quebraderos de cabeza y a su vez grandes beneficios para los más audaces y los que mejor se adapten.
Adelante!!!
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