A los seres humanos siempre nos ha intrigado saber por qué la historia siguió un curso caprichoso y no otros que parecían más prometedores. Y para encontrar una explicación solemos recurrir al tópico de que el futuro nos lo crean a su antojo los poderosos del Foro de Davos, el G7 o el Banco Mundial, siguiendo un plan definido por ellos, pero el futuro no ocurre así. Sin negar la gran influencia de esos poderes fácticos, existen otras fuerzas más poderosas que se escapan a su control. En contra de lo que pudiera parecer, la historia no se mueve por la lógica o el sentido común, más bien es la consecuencia de una chapuza, un parcheo de ocurrencias que se van precipitando sobre la marcha.
Aunque la lucha permanente de los poderosos ha sido construir el futuro a su gusto, en la realidad, el curso de la historia es mucho más caótico. Se escapa a los planes preconcebidos y se comporta de manera caprichosa, atendiendo más a factores emocionales y casuales que a los racionales.
Construimos el futuro a golpe de improvisación.
Pese a que los complot funcionan y condicionan los acontecimientos, la historia la hacemos las personas, y las personas estamos gobernadas por las emociones y sus reacciones inesperadas.
El presente está sembrado de millones de futuros que nunca llegarán a suceder. Pero, ¿qué hace que algunos futuros eclosionen y que otros se malogren aún siendo más prometedores? ¿Por qué de los millones de piezas disponibles con las que contamos en cada momento para dar forma al futuro, solo utilizamos un número reducido, mientras que otras quedan enterradas para siempre? ¿Por qué las conexiones improbables se imponen a la lógica?
Las fuerzas que mueven la historia.
La realidad se crea en tres momentos, primero en la imaginación, luego en las conversaciones sociales, y por último en la acción que materializa los compromisos surgidos de las conversaciones.
Como afirma Harari, el ser humano es el único animal que cree en cosas que no existen. El futuro nace de relatos poderosos que dan sentido a la vida de la gente.
El lenguaje es generativo, parafraseando a Fernando Flores, las conversaciones traen futuros a la mano.
La máquina para crear el futuro a disposición de cualquier persona es la promesa. Cuando hacemos una promesa significativa para los demás, estamos trayendo un futuro inédito al presente.
Las emociones mueven el mundo, cuando se provocan y manipulan, se generan disrupciones impredecibles que modifican el curso de la historia repentinamente.
Las cosas ocurren de manera mucho más caótica y menos planificada de lo que cabría esperar. Y eso no es contradictorio con la gran influencia de los poderosos y sus contubernios para condicionar el acontecer. Pero son la improvisación y la chapuza las fuerzas que dan forma al mundo.
Adelante!!!