Las citas y los datos son un elemento auxiliar en la tarea de construir acciones de futuro y creación de valor, el problema viene cuando se convierten en el objeto mismo del argumentario para sostener posiciones facilonas mil veces repetidas, sirviendo de adorno a textos y discursos que parecen sesudos pero están vacíos. Una deriva que puede degenerar en una citorrea y datorrea severas desembocando finalmente en la verborrea estéril. Un ejercicio sin ninguna utilidad pero que tiene un gran predicamento en medios de comunicación y círculos pseudointelectuales, sobre todo si los datos y las cifras se utilizan para hacer crítica fácil y culpar a otros de lo mal que funciona el mundo.
Por supuesto que es muy importante conocer las opiniones y las voces que ciertas personas reconocidas tienen acerca de un tema, también auxiliarse de cifras y datos. Pero cuando las citas y los datos se convierten en el argumento recurrente que se repite una y otra vez, denota una carencia profunda en lo esencial, en la falta de propuestas articuladas.
El principal objeto de cualquier propuesta científica, académica o intelectual es generar nuevos caminos, interpretaciones y acciones para mejorar el mundo y contribuir al progreso humano. Citas y datos son el primer escalón para construir propuestas propias que impliquen una visión poderosa del futuro útil para los demás y un compromiso personal con la sociedad.
Pero hay abordajes que precisan una mirada más allá de las voces conocidas y de las realidades mensurables, cuyo desarrollo se inicia donde finalizan las cifras y los datos, e implican otros medios (análisis de comportamientos, emociones, establecimiento de relaciones y jerarquías, patrones, tendencias, propensiones…) para construir propuestas y acciones de futuro.
Citrorreicos, datorreicas y verborreicos viven en la superficie y no se atreven a nadar en aguas profundas, pues es más cómodo adornarse con la parafernalia de gráficos y frases de relumbrón. Sin embargo, tienen buen predicamento en un mundo construido desde la vanalidad y el descompromiso, aunque no aporten más que unos cuantos argumentos exprimidos hasta la saciedad para fundar tesis personales sin ningún fondo ni propósito loable.
Construir el futuro ha de iniciarse sobre la base de juicios fundados basados en afirmaciones verificables, como primer paso para plantear nuevos escenarios, planificar y planear, crear equipos, arriesgar, actuar y dar trigo antes que predicar.
Nuestras universidades e instituciones están llenas de individuos expertos en predecir el pasado, señalar los errores cometidos por los demás y proclamarse adanes salvadores del mundo que gritan sin pudor: “esto ya lo dije yo… yo ya lo sabía… estos son los males… esto es lo que tienen ustedes que hacer… ”. Siempre a toro pasado, actuando como jueces y fiscales, realizan juicios sumarísimos, señalan los responsables, reparten culpas y condenas, dan unas cuantas recetas mágicas. Y en ese momento desaparecen de la escena, como si ya hubieran hecho su trabajo, con su con ellos no fuera la cosa, sin comprometerse un milímetro con el problema, ¡y se quedan tan panchos!
Estamos rodeados de académicos, pseudointelectuales, tertulianos radiofónicos y otros prestidigitadores de la cita y el dato que se convierten con facilidad en “líderes” de opinión, mientras deslumbran a despistados y a pobres gentes sin criterio, repartiendo malas noticias y augurios funestos, extendiendo la mala baba, atizando las bajas pasiones y sembrando una visión fea del mundo; conscientes de que recurriendo a la crítica fácil y señalando culpables como chivo expiatorio a las calamidades, se cuenta con un arsenal de altavoces dispuestos a difundir sus mensajes, pues hablar mal del mundo y presentarse como “visionarios” del pasado tiene mucho predicamento.
Decía Marx en su tesis once sobre Feuerbach, que los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. Ahí radica la verdadera esencia de la tarea científica, investigadora e intelectual, un ejercicio cuyo fin último es abrir horizontes a la acción, descubrir posibilidades, convertirlas en oportunidades, planificar, coordinar acciones, evaluar lo ejecutado y reprogramar permanentemente . Y todo ello desde el compromiso radical, asumiendo el riesgo de cometer errores, pues el mundo en el que vivimos es acción, innovación y cambio permanente.
Las citas y los datos para dar recetas mágicas y genéricas (el paro se solucionaría con más industrias e inversiones, la economía hay que mejorarla incrementando el consumo…) sin una estrategia y una hoja de ruta para dar la vuelta a una realidad, son como las orejas, cada uno las alarga o contrae a su gusto para adornar sus argumentos vacuos.
Adelante!!!