¡Basta ya de innovación!

La innovación de las personas (prácticas sociales) es más importante que la innovación de las cosas. Tras un conjunto de revoluciones tecnológicas sin precedentes que se condensan a finales del siglo XX y principios del XXI, nos preguntamos cómo aún no hemos resuelto los grandes desafíos que tenemos como especie (ecología, alimentación, superación de la pobreza…). ¿Por qué disponiendo del desarrollo científico y tecnológico para hacerlo no somos capaces de aplicarlo?

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El progreso humano está frenado por una tecnología y prácticas sociales arcaicas. 

En otros momentos históricos, el progreso humano ha estado ralentizado por la lentitud de los avances tecnológicos y su aplicación directa a la producción de alimentos, fabricación de herramientas, cura de enfermedades… Se necesitaron miles de años para la domesticación de plantas y animales, avances que la biotecnología y la genética actual podrían resolver en meses.

Si comparamos la tecnología de los protoagricultores del Próximo Oriente o Centroamérica de hace unos miles de años en la selección de semillas y animales, con la disponible en nuestros centros científicos y tecnológicos actuales, no hay color. Pero si establecemos una comparación entre las estructuras organizativas humanas, la educación y las prácticas sociales que sustentan ambos modelos, veremos que las diferencias no son tantas. Podríamos decir que la tecnología social que constituye la base de nuestras organizaciones actuales es muy antigua, ha evolucionado muy poco. Y esa obsolescencia impide que las innovaciones surgidas fruto de la aplicación práctica de los conocimientos científicos produzca valor en progresión geométrica en todas las facetas humanas.

Por mucha innovación disponible, si no poseemos competencias personales y sociales para movilizarla y materializarla (capacidades para escuchar, declarar, pedir, prometer, hacer ofertas, crear organizaciones, desarrollar relaciones, dirigir, liderar, emprender, gestionar emociones, planear…). Nos servirá de muy poco en la tarea de transformar nuestro mundo desde una tecnología social mediocre y unas prácticas sociales pobres que nos impiden desarrollar ambición, conversaciones poderosas, visiones potentes del futuro, grandes metas, sentido del legado…

Nuestra pobre tecnología social se caracteriza por un conversar pobre, instalado en la resignación y desconfianza, fundado en relaciones verticales, obediencia, permiso… Que reproduce esquemas de poder y dominación seculares. Hasta que no cambiemos la tecnología social no podremos optimizar las maravillas que nos ofrece el desarrollo de la innovación científica actual.

La innovación se amontona a la espera de ser utilizada.

Las innovaciones científicas y tecnológicas se producen con mayor celeridad que las innovaciones en las prácticas sociales, provocando la creación de montañas de innovación que se acumulan desordenadamente en las puertas de nuestras organizaciones. como si fueran piezas de mecano, disponibles para ser utilizadas, ensambladas y aplicadas a la resolución de problemas o invención de oportunidades. El problema es que en esencia seguimos funcionando como una comunidad de primates poco evolucionados socialmente. Nuestras herramientas actuales no tienen nada que ver con la tecnología del Paleolítico, pero las estructuras sociales y esquemas de pensamiento no han experimentado en el mismo tiempo una evolución comparable.

Cuando el mantra de nuestro tiempo es «crear innovación», podemos decir que estamos produciendo en exceso, a un ritmo demasiado rápido  para unas rígidas estructuras sociales y de pensamiento.

Gran parte de la innovación disponible no la vamos a optimizar en muchos años, contradictoriamente, en muchos ámbitos estamos haciendo uso de tecnología antigua debido a nuestra dificultad para cambiar de pensamiento y prácticas, y también a intereses espúreos de grupos de poder (industria del medicamento, genética, combustibles fósiles…).

El esfuerzo innovador ha de focalizarse en repensarnos y rediseñarnos como personas y organizaciones.

Desde mi punto de vista, el reto de nuestro tiempo es innovar el modelo organizacional como premisa básica para que la innovación en el resto de actividades humanas se pueda abrir paso.

Les doy un ejemplo en el que estoy trabajando: un grupo de productores puede incrementar sus rendimientos con una nueva técnica, pero eso implica un desarrollo cooperativo (prácticas sociales de colaboración).  La innovación se rechaza por la tradición individualista de los agricultores. Una vez más la innovación social cierra la puerta a la tecnológica.

Desgraciadamente ejemplos de este tipo se multiplican a nuestro alrededor. Las empresas tecnológicas sabemos por experiencia que la mayor parte de la innovación que producimos irá a los stocks, a la espera de que evolucionen las prácticas sociales que la absorban. A menudo decimos que fabricamos productos y/o servicios demasiado maduros para mercados inmaduros.

 La pobreza de nuestras prácticas sociales se revela cuando se hace transparente a través de la tecnología. Por ejemplo, una sociedad global interconectada en redes sociales, debería ser el más grandioso laboratorio de conocimiento, creación compartida, creatividad y emprendimiento. Sin embargo, nuestra pobre tecnología social lo convierte en un espacio de postureo, murmullo, habladuría, banalidad…

Nuestro modelo de organización sustentado en unos estándares de trabajo y en una arquitectura de liderazgo, dirección y gerencia tiene sus fundamentos en la Era industrial (aunque sus raíces son mucho más antiguas) con el gerente capataz controlando a los obreros, el manual de tareas basado en los principios de tiempo y movimiento, y la realización de tareas repetitivas. Un patrón no muy diferente a la organización social y del trabajo de la civilización que construyó las pirámides de Egipto.

¿Cómo podemos ser tan ciegos para no producir una nueva tecnología social que rediseñe nuestros patrones de liderazgo, dirección y gerencia? El problema no es la innovación de las cosas, es la innovación de las personas, nuestras prácticas y formas de relacionarnos como seres individuales y sociales. Hasta que no resolvamos este conflicto, lo vamos a pasar muy mal y vamos a seguir cometiendo muchas «cagadas».

 Los factores que frenan el desarrollo de la innovación social.

Constituyen un círculo vicioso que va desde una concepción rígida del ser humano, basada en una tradición metafísica de dos mil quinientos años que entiende al individuo como inmutable, el blindaje al cambio por los resortes del poder para mantener el status, las rigideces mentales de la cultura imperante, el modelo de organización social y del trabajo (disciplina industrial), los códigos lingüísticos pobres que nos han incrustado en el cerebro a través de pedagogías invisibles, y un modelo educativo que replica todos los clichés anteriores para perpetuar el sistema establecido sobre una tecnología social orientada al control generadora de prácticas sociales pobres. Este es el verdadero círculo vicioso que está lastrando nuestras posibilidades de progreso global.

Uno se asoma a las organizaciones y asiste con tristeza a su enroque, a la lucha denodada por mantener el poder y el estatus, instituciones que se desmoronan por falta de autoridad. Los esfuerzos que deberían conjugarse ante la magnitud de los retos que enfrentamos, se aplican en mantener el orden y la posición. Tenemos jefes en lugar de líderes, capataces por mentores y entrenadores, obreros y ciudadanos autómatas en vez de trabajadores del conocimiento y ciudadanos libres. Entornos sociales de desconfianza donde vigilamos y somos vigilados, espacios donde achicamos el talento, la creatividad, la innovación y el emprendimiento.

Ecosistemas de innovación social. 

Sentimos admiración por aquellas comunidades que lideran la innovación (por ejemplo el SIlicon Valley) y creemos que el modelo resultante es fruto de la concentración de capital, tecnología, innovación material… Cuando el factor de éxito está en las personas y su forma de relacionarse, en la riqueza de sus conversaciones, en su apertura mental a horizontes de posibilidades, al trabajo cooperativo (competir colaborando)…

Somos tan ciegos que intentamos recrear y reproducir modelos de éxito como el SIlicon Valley desde su dimensión material: edificios, capital, tecnología… Sin trabajar las prácticas sociales de la comunidad que es donde reside el virtuosismo del modelo. Y claro, el resultado es un fiasco.

Nuestros esquemas mentales instalados en el viejo paradigma de la Revolución industrial nos está creando muchos problemas. Estamos sometidos a estructuras rígidas de pensamiento que nos impiden repensarnos y rediseñarnos. Nuestros políticos, economistas y banqueros continúan planeando el mundo y creando escenarios de futuro desde la proyección de los problemas y soluciones (certidumbres) del ayer. Y los resultados del ejercicio son insatisfactorios.

Un modelo para crear tecnología social, nuevas prácticas sociales y desarrollar las organizaciones humanas.

La clave no es crear innovación para almacenarla sine die hasta que sea aplicable. El esfuerzo está en desarrollar individuos y comunidades humanas con nuevas competencias para inventar futuros, construir equipos, establecer compromisos, innovar y actuar de manera flexible.

Esta es la tecnología que hemos creado desde Emprendedorex para acelerar los procesos de innovación en las personas y las organizaciones.

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Su aplicación  propicia un ecosistema de innovación y se basa  en la adquisición masiva de 6 Dominios transversales (escuchar, declarar, afirmar, enjuiciar, pedir, prometer). Y 9 Niveles de excelencia: dirección, relaciones internas, relaciones externas, trabajo, aprendizaje, renovación, emocionalidad, planificación y evaluación. Sólo desde la incorporación práctica de estos saberes podremos acelerar la innovación científica y tecnológica para aplicarlas a todas las actividades humanas.

La innovación tecnológica es muy importante, pero de nada sirve si no aprendemos a ser más flexibles, abiertos al aprendizaje y al cambio, a innovar como personas y organizaciones en nuestras prácticas diarias, en lo que decimos (como hablamos) y lo que hacemos (como actuamos).

No hay tiempo que perder.

Adelante!!!

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2 comentarios en “¡Basta ya de innovación!

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