La peor fantasía. En cien años, todos calvos.

Qué estrategia podemos adoptar ante las cosas que nos pasan en la vida: situarnos en el peor escenario posible o hacerlo en el mejor. Los astronautas que conquistaron la Luna corrían un gran riesgo y fueron entrenados en la técnica psicológica de “la peor fantasía”, que consiste en recrear en la mente el peor de los escenarios y preparase para aceptarlo.

Entender cómo funciona la mente humana.

La mente humana es como un mono en agitación saltando por las ramas de los árboles. Si no tenemos mecanismos de control sobre ese mono que vive en nuestra cabeza y se manifiesta a través de las emociones podemos convertir la vida en un calvario, alcanzar el equilibrio y la armonía consiste en apaciguar a ese ser hiperactivo que nos habita. Para hacerlo tenemos que entender como está diseñado el ser humano tras millones de años de evolución. 

La mente humana se ve asaltada permanentemente por los temores, los pensamientos de que las cosas pueden ir peor son más dominantes que los positivos. Y eso tiene su parte mala (vivir en alerta permanente), y su parte buena (estar preparado ante las contingencias negativas).
La alerta ante los peligros forma parte de los mecanismos de supervivencia que están en nuestra herencia genética, cuestión que podemos observar en nuestros actos reflejos de comportamiento en grupo cuando un individuo advierte de una amenaza. Gestos que están en el recuerdo genético de millones de años cuando habitábamos en la sabana y acechaban todo tipo de fieras.

En un mundo en el que hemos reducido los peligros a la mínima expresión, aunque hay guerras,  atentados terroristas, accidentes y asesinatos; no necesitamos un nivel de vigilancia tan alto, y sin embargo lo mantenemos  porque forma parte de nuestro diseño como especie. En consecuencia, podíamos vivir más relajadamente,  pero no lo hacemos porque el instinto que nos permitió sobrevivir sigue vivo, y ante la ausencia de enemigos reales tenemos que dirigirlo hacia peligros inventados aunque de manera objetiva no representen amenazas relevantes.

Lo importante no es lo que nos pasa, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos pasa. Por ejemplo, ante un mismo revés, una persona puede interpretar y decirse a sí misma que está ante un duro golpe del que no se repondrá jamás, mientras queotra puede interpretar que está ante una lección de la vida que le ayudará a crecer. 

Vivir en un mundo más seguro no ha mitigado nuestros miedos, más al contrario, nos está causando patologías emocionales más severas. Basta conversar con los profesionales sanitarios para entender que la mayor parte de las consultas tienen su origen en factores psicológicos.

La importancia de entender la condición humana y tenerla siempre presente.

Como seres humanos pensamos y actuamos en función de nuestros hábitos interpretativos, los cuales ni siquiera hemos elaborado nosotros sino que son respuestas automáticas aprendidas (culturales) que tenemos elaboradas hace generaciones y que nos decimos ante una serie de situaciones. Por ejemplo, en occidente se interpreta la muerte como una desgracia, en oriente como una liberación.

Si asumimos en todo momento que cuando venimos a la vida la única certeza que tenemos es nuestro certificado de defunción, no nos será tan difícil recrear y aceptar el peor escenario. 

Pasar de una vida llena de peligros reales a otra segura, está creando una  enorme masa social de personas gobernadas por las emociones de cada momento, incapaces de administrarlas por no enfrentarse y aceptar su propia condición. 

¿Entonces qué estrategia tomar?: ¿Ignorar los peligros o situarnos en el peor escenario?

Las situaciones y peligros que nos plantea la vida no tienen el mismo calibre, de ahí que la técnica a seguir no puede ser la misma. Si ante todo lo que nos ocurre utilizamos la técnica de “la peor fantasía”, podemos condenarnos a vivir en una situación de tensión permanente.
Más bien lo ideal sería modular nuestro nivel de vigilancia para vivir sin alertas ante el torrente de acontecimientos que nos ocurren en el día a día, y ante los peligros de entidad que aparecen ponernos en modo “peor fantasía”. Para lograrlo tenemos que cambiar nuestra forma de pensar (hábitos interpretativos), tarea que entraña una enorme complejidad pero es la única vía para una gestión emocional efectiva.

Debemos aceptar que a lo largo de nuestra vida nos van a ocurrir “las peores fantasías” a nosotros y lo que es peor, a nuestros seres queridos. Una eventualidad para la que debíamos entrenarnos al igual que lo hicieron los tripulantes del Apolo.

Si aceptamos el peor escenario y la peor fantasía no se cumple, además de mejorar nuestras expectativas habremos desarrollado una verdadera fortaleza emocional y podremos decir que el miedo no nos ganó la batalla. Al final somos capaces de asumirlo todo: incluso la muerte.

Total, en cien años todos calvos.

Adelante!!!

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