La arquitectura de las civilizaciones, las organizaciones y las personas.

Debemos construir un nuevo liderazgo para la dirección y la gerencia (management) basado en el conocimiento profundo de la esencia de las organizaciones, identificando también qué pautas destructivas necesitamos cambiar para desarrollar sociedades y personas más tolerantes y abiertas a la colaboración y cooperación.

arquitectura

Las diferentes civilizaciones sustentan su cultura sobre planteamientos e interpretaciones subjetivas de la realidad, creencias, conocimientos científicos…; argamasa que fragua en torno a unos principios y valores que definen su identidad.

La civilización nace a partir de las respuestas que un determinado grupo humano se hace en torno a las preguntas kantianas  ¿Qué podemos saber? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué podemos esperar? ¿Qué es el hombre? De aquí nace la metafísica, la moral, la base religiosa o de creencias y la antropología.

La civilización se va armando de forma similar a un sólido mecano hasta constituir una estructura diferenciada y compleja. Pero cuidado, esa estructura en apariencia compacta, en cualquier momento puede tornarse frágil como un castillo de naipes y desmoronarse. No hay civilización que aguante la erosión del tiempo.

Las civilizaciones se dotan de instituciones, desarrollan mecanismos coercitivos e inventan leyes para garantizar su supremacía y permanencia, y con ella su estructura social, tecnología, formas de explotación de los recursos, visiones del mundo, creencias, costumbres…

Las civilizaciones encuentran un gran aliado en las religiones porque todas ellas tienen los pies de barro en cuanto se basan en convencionalismos. Y todo lo que es convencional está sujeto a que alguien venga con otros presupuestos y lo cambie. Nadie puede determinar que una civilización es mejor que otra, sí manifestar su predilección por una u otra. No se puede sostener científicamente que una civilización es superior a otra, en todo caso se podrá afirmar que una civilización ha adquirido un mayor nivel de desarrollo tecnológico o productivo, pero eso necesariamente no hace mejor a una civilización  (puede que ese desarrollo lo utilice para destruirse a sí misma). Como  la justificación civilizatoria no puede apuntalarse en la razón, es más fácil hacerlo en la fe. De ahí que el poder haya encontrado un aliado perfecto en la religión, y que la propia religión por sí misma sea capaz de crear civilización y someter al individuo a su imperio.

Un nuevo acercamiento a las civilizaciones.

Cada civilización desarrolla una cultura y una forma de ver y entender el mundo (paradigma). Cuando nos acercamos o estudiamos una civilización lo hacemos desde el observador que somos y la cultura que tenemos, y en ese ejercicio imperfecto interpretamos y  juzgamos las diferentes civilizaciones con la vara de medir de la nuestra propia. Y esto es fuente de conflicto universal.

La relación histórica entre civilizaciones se ha basado en estudiarse, compararse y combatir lo diferente. Y esto puede seguir siendo así o no en función de la arquitectura que queramos dar al nuevo proceso civilizatorio en el que estamos inmersos.

Principios universales presentes en las civilizaciones.

El sustento del nuevo liderazgo, dirección, gerencia (management) está en identificar los principios comunes que están en la base de las distintas civilizaciones (respeto a la vida, justicia, equidad, solidaridad…). La agenda de trabajo entre civilizaciones está en la generación de un acuerdo para fortalecer esos principios dentro de un marco de colaboración, cooperación y respeto.

Cómo se construyen las organizaciones.

A partir del modelo civilizatorio en el que se desarrollan, las organizaciones toman las piezas de su mecano y construyen sus propias estructuras, diferentes pero con el mismo patrón.

Cómo se construyen los individuos.

A partir del modelo civilizatorio y de las organizaciones en las que se integran, los individuos construyen su propio mecano, creando una estructura personal pero a la vez reconocible (el ser humano es un ser histórico modelado por la cultura de la civilización en la que nace).

Cuando un individuo construye su arquitectura a partir de piezas de diferentes culturas y tradiciones, e incluso con piezas de creación propia, se convierte en un «bicho raro», las civilizaciones no admiten la diferencia ni la disidencia, pero los bichos raros son la semilla del cambio y la evolución.

Los conflictos nacen de contrastar los modelos civilizatorios, cada civilización entiende que su castillo de naipes es el verdadero, y por tanto el que ha de imperar sobre los demás. Este sentimiento incuba el fundamentalismo radical que está en la raíz de los conflictos y que anida en lo más profundo de nuestro ser.

Una tradición de conflicto civilizatorio genera una cultura de confrontación.

La tradición histórica de conflicto entre civilizaciones no es un estado natural, no es algo que debamos aceptar con resignación, podemos cambiarlo, no estamos condenados a matarnos unos a otros para imponer nuestra supuesta supremacía, podemos cambiar nuestra tradición negacionista y genocida.

Milenios de lucha, conflicto y negación de la diferencia y del otro, están más arraigados en nuestro ser de lo que podríamos pensar. Nuestra relación dialéctica se basa en socavar y destruir al que es diferente, atacar las bases culturales que no son las nuestras, combatir a las organizaciones que se sustentan en estándares diferentes…;conversar para derrotar al otro.

Los rasgos de la civilización que viene se sustentan en la cooperación y la colaboración.

Y esto es incompatible con nuestra lógica cultural actual, no podemos crear entornos colaborativos y cooperativos sobre la base de atacar y destruir al otro.

Ahora mira a tu alrededor, analiza las conversaciones sociales, que en sí mismas revelan las miserias de nuestro ser, y observa como están planteadas en clave de confrontación, como una pelea de gallos: los debates televisivos, las tertulias radiofónicas, los trabajos de los escolares, los discursos políticos, las conversaciones cotidianas… Una cultura de confrontar, atacar, vencer, arrasar, dominar.

Cuando en la organización, en la empresa, en la comunidad, desde lo correctamente político se habla de iniciar una senda de colaboración y cooperación; se desconoce el calado de lo que se está diciendo, pues ese cambio trascendental no se va a producir por generación espontánea. A corto plazo no podemos esperar que la cooperación y la colaboración florezcan y se abran paso sin un cambio en la cultura.

La superación del fundamentalismo está en la práctica de la escucha.

Cada persona tiene su propio castillo de naipes (mecano) en el que las cartas son sus conocimientos, creencias, principios, valores… Ese castillo se lo mostramos a los demás, y juntos jugamos a tirarnos nuestros castillos de naipes, cuando el juego enriquecedor sería tomar prestados los naipes de otros para hacer nuestro castillo más grande y sólido,  y ayudar a los otros a reforzar sus castillos, admitiendo desde la humildad que cualquier castillo de naipes, es sólo eso, una débil estructura susceptible de desmoronarse y volverse a levantar.

Pero para esto necesitamos aprender una nueva cultura basada en la escucha de doble vía (Rafael Echeverría): aceptar al otro como un ser diferente, respetable, valioso y autónomo, y abrirme para que su palabra pueda cambiar el curso de mis acciones. Si esta forma de escucha imperase, cambiarían las bases que rigen las civilizaciones, las organizaciones y la esencia misma del individuo.

El giro civilizatorio no va a venir tutelado desde el poder o las instituciones que sustentan a las civilizaciones y organizaciones actuales, el punto de partida es el individuo, de abajo arriba. Gandhi es el visionario que nos mostró el camino: «sé tú el cambio que quieres en el mundo». Y el mundo cambiará contigo.

Aún estamos a tiempo.

Adelante!!!

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