Estamos ante la mayor revolución en la historia de la humanidad, un hito histórico comparable al paso del Paleolítico al Neolítico. En este momento se está reconfigurando un nuevo orden mundial entre las grandes potencias y un nuevo reparto de poder a escala planetaria. En paralelo, también se va a definir la relación entre el mundo rural y urbano. Es el momento de decidir qué queremos ser en el futuro y hay que hacerlo ahora.
La convergencia tecnológica NBIC (nanotecnología, biotecnología, infotecnología, cognotecnología) y la constelación de tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial (informática, robótica, impresión aditiva, blockchain, inteligencia artificial…) están creando una aceleración del tiempo histórico y alterando las coordenadas del espacio y el tiempo, los conceptos de centro y periferia o los equilibrios rural y urbano.
Igual que se está decidiendo la reconfiguración global del poder planetario en torno a nuevas alianzas y acuerdos, el mundo rural y urbano también están llamados a redefinir su relación. Y es menester que desde el rural seamos conscientes de lo que nos jugamos en estos momentos porque de ello dependerá por entero nuestro futuro.
Bases para un entendimiento.
Los desafíos que enfrentamos (ambientales, económicos, tecnológicos, laborales…) son tan grandes que tenemos que abordarlos juntos. Sin un acuerdo justo y duradero, el mundo urbano no puede ser viable a largo plazo ni el rural tampoco. Nuestra relación tiene que ser de igual a igual, desde la lealtad, el respeto y el compromiso mutuo.
El mundo rural quiere ser partícipe de la creación de valor y economía en la Cuarta Revolución Industrial.
Las tecnologías disruptivas de la Cuarta Revolución Industrial son ubicuas y exigimos ser protagonistas en su uso y aplicación, propiciando el desarrollo de políticas favorables para la distribución de los focos de la nueva industria de manera equitativa en el territorio, al objeto de crear nuevas actividades, empresas y empleos que contribuyan a la creación de riqueza.
El papel del mundo rural que reivindicamos es mucho más que agricultura, ganadería y actividades tradicionales. Aunque tenemos el territorio, el agua, los alimentos, la energía, los sumideros de carbono, el medio natural y un enorme capital cultural; queremos ser más que productores y guardianes de materias primas y recursos para que el mundo urbano pueda ser viable.
Exigimos ser partícipes con el mundo urbano de la revolución tecnológica que se está gestando porque partimos en igualdad de condiciones para hacerlo.
Renovar el discurso de las organizaciones del medio rural.
Los nostálgicos que sueñan con retrotraer el mundo rural a las estampas bucólicas de décadas pasadas, deben abandonar sus alucinaciones. El mundo no va a ir marcha atrás por mucho que se añoren tiempos pretéritos.
A la hora de plantear nuestras demandas tenemos que dejar de mirar al pasado y hacerlo al porvenir, porque detrás de nuestras quejas y reivindicaciones se esconden viejos tics del pasado, la desconfianza en nosotros mismos y el miedo al futuro.
El nuevo mundo rural ha de ser construido con los recursos que nos ofrece la modernidad, porque el mundo rural tradicional con sus actividades y realidades, está muerto, es un fósil. Y los fósiles no pueden ser revividos.
Desde el mundo rural tenemos una propuesta de valor para el urbano.
Por primera vez en la historia, queremos tomar la iniciativa desde el mundo rural, proponiendo un nuevo tiempo basado en la creación de valor, que comprende no solo el capital natural, sino la puesta en juego de nuestro capital intelectual para la creación de las nuevas industrias del metaverso, la Inteligencia Artificial, la fabricación aditiva, la robótica, la programación o las nuevas fuentes de energía.
Proponemos una nueva estrategia para activar el mundo rural en torno a actividades atractivas para los jóvenes, que hasta ahora solo estaban circunscritas al ámbito urbano.
En este momento, más que autovías, trenes, rotondas y obras faraónicas; queremos propiciar un desarrollo que nos permita capilarizar con urgencia las tecnologías emergentes a través de espacios y recursos que nos posibiliten su apropiación social rápida y aplicación al desarrollo de nuevos emprendimientos, empresas, trabajos y profesiones.
Porque, por primera vez en la historia, un joven de Arroyo de la Luz o una pequeña empresa de Valencia de Alcántara, pueden estar trabajando con las mismas tecnologías y generando productos y servicios de alto valor, que otros en Boston o Barcelona. Desde su Circular Fab pueden crear mundos en el metaverso, colecciones de moda en 3D o poner en marcha un nuevo medio de comunicación basado en la Inteligencia Artificial.
El futuro está abierto para el mundo rural y demandamos líderes que estén a la altura de estos desafíos, líderes que abandonen de una puñetera vez la queja por bandera. Líderes con una propuesta de valor nueva y pensada en grande y en clave de futuro.
La construcción de las ciudades inteligentes (smart cities) ha de avanzar al mismo ritmo que los pueblos inteligentes (smart rural).
Y este planteamiento es un caballo de batalla innegociable para el mundo rural, es nuestra puerta de entrada en la Cuarta Revolución Industrial en igualdad de condiciones con el mundo urbano. Porque si perdemos este tren, nuestro futuro quedará en precario y comprometido.
Se abre un nuevo tiempo lleno de incertidumbres pero de grandes oportunidades a la vez donde podemos cambiar nuestro destino. Estamos en una nueva partida, las cartas se han repartido y las que nos han tocado en suerte son mucho mejores. Debemos aprovecharlas bien.
Es el momento para definir qué queremos ser en el futuro. Decidir nuestra especialización inteligente en el mundo. No podemos encarar el futuro desde el miedo, se acabaron los complejos y las miradas alicortas. Toca poner las luces largas y el pensamiento elevado. Ha terminado el tiempo de la queja y empieza el tiempo de la acción.
El camino para el mundo rural está despejado.
Adelante!!!
