Dicen que hay personas que ven el futuro, yo no lo creo. De lo que sí estoy convencido es de que hay personas enfocadas en descubrir posibilidades, observar tendencias, proyectar escenarios de futuro y actuar (“actuarios”). Y lo estoy porque conozco a algunas y busco pasar con ellas el máximo tiempo posible.
Los visionarios (si los hubiere), no cambian el mundo, los actuarios sí. Los que ven el futuro son como el yeti, muchos dicen que existe pero nunca ha comparecido en público. Los “actuarios” proyectan escenarios y calculan riesgos, pero sobre todo, actúan.
El futuro no se puede adivinar (por ahora) porque no es un lugar fijo al que nos dirigimos, es una realidad que construimos cuando actuamos con otros, que inventamos a través de las promesas y las ofertas que nos hacemos. Por eso, nadie, nadie (que conozcamos hasta ahora) ha podido ver el futuro. Lo más parecido a un visionario ha sido Nostradamus, y eso forma parte del misterio de la vida.
Cuentan que en cierta ocasión un visionario que viajó a una lejana ciudad se encontró con un hombre por la calle y le dijo: es la primera vez que le veo, pero sé que usted es bombero. ¿Y cómo lo ha adivinado, ¡Es usted un visionario! Exclamó el hombre. A lo que el visionario contestó con voz intrigante, ¡muy fácil! Lo he sabido por su mirada profunda y valiente y ese fuerte perfil psicológico que se desprende de su gesto. El hombre quedó impresionado y dubitativo por aquella revelación, mientras continuaba con su trabajo metido en su traje de faena, su casco, sus botas y sujetando la manguera con la que estaba apagando el incendio.
Avizorar y asomarse a las tendencias del futuro puede dar a ciertas personas una pátina de gurú, e incluso de visionarias. Pero en realidad, no hay que ser adivino para observar las tendencias y plantear escenarios de futuro desde las realidades que ya emergen en el presente. Para eso solo hay que asomarse a las fronteras de la ciencia y el conocimiento, los movimientos de los mercados, los deseos de las personas o las propensiones de los consumidores. De esta manera se pueden realizar proyecciones fiables desde un ejercicio de prospectiva.
Desde la evolución de la ciencia y la tecnología, la convergencia tecnológica NBIC, el análisis permanente de las necesidades y deseos emergentes de las personas y la observación de lo que ocurre en las fronteras del conocimiento, podemos plantear escenarios de futuro plausibles, porque sus desarrollos en el presente avanzan con rapidez impulsados por la conjunción de esfuerzos y concentración de recursos humanos y financieros. Desde ese análisis no es difícil avizorar la progresión de los avances relacionados con la longevidad humana, la fabricación de órganos para trasplantes, la progresión del vehículo eléctrico y autónomo ocupando nuestras calles, la inteligencia artificial ampliando nuestras capacidades, la producción de carne sin sacrificar animales, la agricultura sin suelo, la concentración del poder a escala planetaria en pocas manos, la progresión de los gigantes tecnológicos o el colapso del sistema educativo. Y lo podemos hacer porque estamos viendo ya el traje y la manguera, no hace falta que nos adornemos más para parecer más interesantes e intentar “dar el pego”.
Al profetizar los referidos futuros, se puede hacer un gran favor a la humanidad, porque la auténtica fuerza creadora de la profecía se materializa cuando somos capaces de inventar un cuento (relato) que seduce a mucha gente, allanando el camino y poniendo la primera piedra para que el hecho suceda. Porque será la gente la que culmine la obra si el relato es inspirador y está bien construido.
Nadie tiene una bola de cristal para ver el futuro o predecir la aparición de un cisne negro (hecho histórico que aparece bruscamente, como el coronavirus). Y si hay alguien, que se manifieste o calle para siempre.
El mundo siempre lo han construido los que actúan (“actuarios”), aquellos que aprenden a mirar lo que acontece, a ver nuevas posibilidades, a trabajar con otros, a crear equipos y redes de colaboración, a forjar compromisos fuertes, a crear ofertas seductoras… porque en este acto están desplegando una de las fuerzas más potentes que el universo pone al alcance de los humanos, las profecías autocumplidas. Una habilidad que dominan a la perfección los que actúan frente a los que observan.
Para crear nueva realidad necesitamos “profetizar” nuevos futuros y actuar a la vez. Los desafíos que vienen precisan de más actuarios arremangados y menos visionarios de salón.
Nota. Un actuario es un profesional que se ocupa de proyectar escenarios de riesgo a través del variables (económicas, climáticas, ambientales…). Para el artículo me he tomado la licencia de dar al término, además de este significado, todo lo que tiene que ver con la acción.
Adelante!!!