Nacionalistas centralistas y de la periferia son la misma cosa, se creen que viven en un cortijo del que son amos, auténticos sátrapas al que el resto de conciudadanos ha de rendir pleitesía con el único mérito de ser propietarios de un relato delirante que les autoproclama jefes del país por derechos históricos o divinos, dueños del Estado y sus símbolos, guardianes de sus esencias. Ambos grupos solo se diferencian por el tamaño del suelo que reivindican como propio, sus proclamas, alucinaciones y anhelos son los mismos, en el fondo se necesitan, potencian y retroalimentan. Cuando uno cobra fuerza hace grande al otro y viceversa, por eso luchan sin parar porque el otro bando gane terreno. Ser patriota es otra cosa. Es ensanchar el mundo y crear concordia haciendo virtud de la diferencia, unir a la gente desde su diversidad en un propósito compartido para construir una vida y un futuro mejor para todos sin distinción.
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