Nacionalistas centralistas y de la periferia son la misma cosa, se creen que viven en un cortijo del que son amos, auténticos sátrapas al que el resto de conciudadanos ha de rendir pleitesía con el único mérito de ser propietarios de un relato delirante que les autoproclama jefes del país por derechos históricos o divinos, dueños del Estado y sus símbolos, guardianes de sus esencias. Ambos grupos solo se diferencian por el tamaño del suelo que reivindican como propio, sus proclamas, alucinaciones y anhelos son los mismos, en el fondo se necesitan, potencian y retroalimentan. Cuando uno cobra fuerza hace grande al otro y viceversa, por eso luchan sin parar porque el otro bando gane terreno. Ser patriota es otra cosa. Es ensanchar el mundo y crear concordia haciendo virtud de la diferencia, unir a la gente desde su diversidad en un propósito compartido para construir una vida y un futuro mejor para todos sin distinción.
No hay máquina más eficaz para producir nacionalistas en la periferia que agitar el nacionalismo en el centro y viceversa. Aviso a navegantes: ¡Cuidado con este juego macabro! Aunque da ventajas electorales y esconde temporalmente las miserias morales a unos y otros en ciertos momentos, su coste es descomunal porque se hace a costa de destruir la convivencia y la patria. Lo último que haría un patriota de verdad.
Pocas personas patriotas encontrarás en las trifulcas de muchedumbres exaltadas que enarbolan banderas y se arrogan el ser y la representación de todos, como si fueran voceras y guardianas autorizados del sentir del pueblo. Ser nacionalista es muy fácil, ser patriota es un ejercicio esforzado de entrega, amor por la gente y los vínculos comunes.
Patriota es:
- Quien siente como propia la vida de los demás y está dispuesta a renunciar a derechos y beneficios a favor de sus paisanos.
- Quien pone por delante de los derechos identitarios a las personas y se preocupa por ellas.
- Quien respeta los símbolos de los demás tanto como los suyos, no se apropia de ellos y no los utiliza contra otros.
- Quien funda su actuar en una ética personal que está por encima de los hechos y derechos diferenciales.
- Quien no se pregunta lo que los demás pueden a hacer por ella, sino que a la primera oportunidad se ofrece y sacrifica por la gente.
- Quien antepone lo que nos une a lo que nos separa.
- Quien mira más al porvenir que al pasado, no te pregunta de dónde vienes y te convoca a construir una obra en común.
- Quien acepta a los paisanos diferentes como personas legítimas, autónomas, valiosas y respetables; independientemente de la lengua que hablen, las costumbres que profesen o al dios que recen.
- Quien cuida a los demás y media en sus disputas para restablecer la armonía perdida.
- Quien es capaz de proyectar el amor de padre o madre a la comunidad con la que se siente vinculada.
- Quien se enfoca en los demás y es capaz de entregar lo mejor de sí misma a la comunidad.
Ser patriota es ser leal a la gente y mantenerla unida, trabajar por la paz y la justicia; sentimientos que están en las antípodas de los nacionalismos.
A mí, como a muchos compatriotas, no me representan los que levantan banderas para separar a la gente. Tenemos memoria y no olvidamos que las mayores atrocidades del mundo se han cometido en nombre de dios y de la patria. Allí donde crece el nacionalismo se prepara un conflicto. Dos nacionalismos conviviendo en el mismo territorio son antecesores de una guerra (si las dos partes tienen ejército) o, en el mejor de los casos, una espiral creciente de odio, resignación y sufrimiento. Una escalada que solo pueden parar los patriotas que aman de verdad a la gente y sus vínculos.
Las personas con auténtico liderazgo no necesitan agitar las banderas. El nacionalismo es el subterfugio de líderes incompetentes que no tienen un proyecto de futuro para la comunidad, solo el recurso a las identidades, la búsqueda de enemigos y la caza de brujas permanente.
Hemos confundido por completo el ser patriota con el ser nacionalista, y es un error de una magnitud tal como equivocar altruismo/egoísmo. Hacer patria significa asumir más responsabilidades que derechos, más escucha que monopolio de la palabra, más cesión que reivindicación, más renuncia que exigencia, más empatía que negación, más comprensión que represión.
A ti te toca elegir el camino del nacionalismo o del patriotismo. Si quieres hacer patria y reforzar nuestros vínculos para construir un proyecto incluyente, cuenta conmigo. Si levantas una bandera para ir contra otras personas de
mi país, no lo hagas nunca en mi nombre.
Detrás de todo movimiento nacionalista hay un liderazgo frágil que se aferra a lo fácil para agitar las pasiones humanas más bajas, pero en definitiva, un recurso eficaz que tienen a su alcance los incompetentes sin principios que quieren ser algo a costa de lo que sea. Sin embargo hay vida después del nacionalismo, afortunadamente es una enfermedades que puede tener cura.
Que nadie hable en mi nombre sin mi aprobación, aún a riesgo de que me declaren exiliado o apátrida.
Adelante!!!
Impecable como siempre, no me pierdo ninguna de tus publicaciones.
Muchas gracias. Seguimos caminando juntos. Adelante!!!
tus artículos me están viniendo muy bien enhorabuena