La preparación mental para convertirnos en personas de alto desempeño. Lecciones del fútbol y de la vida para enfrentar un mundo cada vez más competitivo.
Mi equipo ganó el primer partido 3-0 y lo celebró como una victoria total, en ese momento comencé a evaluar una eliminatoria en riesgo que efectivamente acabó perdiendo, y con ello la posibilidad de disputar la final de la Champions League.
No hay nada más peligroso que una persona con pundonor herida en su reputación. En una comida familiar cuando tenía 8 o 9 años, uno de mis primos segundos que era un prodigio de fuerza quiso demostrarlo retándome a un pulso entre el jaleo y burlas de todos. Yo no quería participar por miedo a la humillación, pero la altanería de mis parientes me dio fuerza extra (total, estaba todo perdido). No sé cómo lo hice, pero después de un largo forcejeo su brazo se rindió. Esta vivencia insignificante me enseñó muchas cosas que han forjado mi carácter, es un recuerdo imborrable que me acompaña. Desde entonces, cuando escucho la palabra imposible me siento retado, me aporta energía extra, y ahí me tienes creando un equipo y poniendo toda mi energía en ese propósito.
La estrategia y la evaluación de posibilidades.
En un entorno altamente competitivo (como lo es cada día más el fútbol, la empresa o la vida), el rendimiento está condicionado por varios factores: el estado de ánimo, la estrategia y la evaluación de las posibilidades.
La estrategia es importante, son los planos de las cosas que tenemos que hacer, el problema es que los seres humanos no somos robots, tenemos emociones, y cuando los planes se rompen, automáticamente reevaluamos lo que acontece, mediatizado por nuestras expectativas, el ambiente, la actitud de los competidores…
En la acción del partido, la atención del equipo se divide entre el seguimiento del plan que fijó el entrenador y el análisis del discurrir del juego (a veces imprevisible), esfuerzo que consume una energía extra de los jugadores y va en detrimento de la concentración y calidad del juego.
Cuando los planes se truncan y el guión se rompe (el contrario hace un gol o los competidores lanzan una nueva oferta), se entra en riesgo de bloqueo mental y colapso. La atención se distrae en el intento de reevaluar y reconducir la situación.
Los estados de ánimo.
Los partidos que jugamos cada día en el campo de fútbol, en la empresa o en la vida son estados de ánimo. La técnica, el talento, la fuerza física o el capital no garantizan el éxito por sí mismos. Euforia, ansiedad, miedo, voluntad, coraje y reputación se mezclan en la coctelera de la vida y de cada partido que jugamos para determinar los resultados que producimos.
El peligro de pensar en la próxima batalla sin haber culminado la actual.
A veces es más peligroso ganar por una gran diferencia que por la mínima. El que pierde el combate por KO se prepara a conciencia para ganar el próximo, su reputación está herida, centra su energía en la revancha y su atención en igualar la contienda. El que gana con suficiencia ya tiende a pensar en el próximo logro (la final).
Cuando un equipo centra la atención en dar la vuelta a la eliminatoria y el otro ya vio la eliminatoria ganada, la intensidad se descompensa, y en la alta competición que es la vida y el deporte, el demonio está en los detalles.
En una persona o un equipo desahuciado es más poderoso el deseo de ganar que el miedo a perder. Cuando ésas dos emociones se ponen a lid en el tablero, suele imponerse la primera, y más cuando uno viene de una derrota y el otro de paladear una victoria inconclusa.
El papel decisivo de la persona que lidera, entrena o dirige.
Su función, además de cuidar la disciplina y los detalles, es crear el espacio emocional en el que se tiene que desenvolver el equipo, y esto incluye varios aspectos: hacer vivir el peor escenario en los días previos a la contienda (pese a que todos nos dan por ganadores, podemos perder); recrear y hacer sentir la sensación de derrota para levantar la guardia y concentrar la energía cuando aún se está a tiempo; evaluar el estado de ánimo en el que se encuentra el otro equipo; prever su intensidad para superarla y, en el intento, al menos igualarla; someter a situaciones de estrés a su equipo antes de que se produzcan en el campo… Para luego salir al tablero de juego con toda la atención enfocada en el presente (jugada a jugada).
Al final, la vida o el partido se convierten en un juego cruzado de emociones entre los que lo tienen todo perdido y comienzan a sentir: ¡Podemos ganar! Y los que se ven ganadores y empiezan a pensar: ¡Podemos perder!
10 Claves para abordar nuestras batallas de cada día.
- La preparación es esencial, sé metódico y entregado a lo que amas, no escatimes un solo esfuerzo.
- No esperes un golpe de suerte, mejor crea las condiciones para que la suerte aparezca.
- Nunca vendas la piel del oso antes de cazarlo.
- Ten presente el objetivo final y mantén la atención siempre en el paso que estás ejecutando ahora.
- Deja intacta y pon en valor la reputación del adversario al que acabas de ganar una batalla.
- Recrea siempre el peor de los escenarios, luego, en tu mano está actuar para cambiar las condiciones y mejorar las expectativas.
- Lo mejor de caerte es que desde el suelo solo puedes remontar.
- Construye para ti y para tu equipo una reputación elevada que sostener al límite de las posibilidades.
- La épica proporciona una dosis de energía extra (nunca te resignes a una derrota).
- Nunca dejes de creer y tómate la vida partido a partido (Simeone, entrenador de fútbol).
Al final de todo, lo peor que te puede pasar es perder el partido. Y total, nuestra vida está jalonada de muchos partidos perdidos y algunos ganados.
“Qué miedo vamos a tener habiendo hospitales” y “no podemos estar en la cárcel y con miedo”, decía mi padre. Si al final, cuando venimos al mundo, lo único que tenemos garantizado esel certificado de defunción ¿Por qué no intentar lo imposible para lograr lo difícil? ¿Por qué no arriesgar? ¿Por qué no atreverse?
Adelante!!!