España bien, gracias, salvo la política

Menos mal que el país está bastante mejor de lo que reflejan políticos y medios. Escuchando algunas emisoras de radio por la mañana y algún telediario nocturno, cuesta comprender como el personal vive el día en paz. En el mundo informativo se ha articulado una especie de CMA (Comando Mediático de Agoreros) que anuncian desventuras con perceptible satisfacción. Hay que decir, en su descargo parcial, que algunos dirigentes políticos y algunas instituciones, que deberían ser más responsables, los alimentan de noticias falsas, sino imprudentes. El Fondo Monetario Internacional suele anunciar dificultades que después no son tantas y el Banco de España predijo en verano que el 2022 terminaría en recesión. Nada de eso ha sucedido. El consumo está disparado -quizás porque se ahorró durante la pandemia- y la recaudación del Estado por impuestos batió su récord en noviembre. Hay dificultades para encontrar billetes de avión o tren, plazas hoteleras asequibles que ante la demanda han disparado precios, reservas en restaurantes y, a veces, vehículos de alquiler. Cierto que hay una España con dificultades porque el Covid agravó la desigualdad, pero la otra, hoy por hoy, vive un buen momento que algunos políticos y periodistas pretenden amargar.

En paralelo, este país pesa en Europa lo que nunca influyó. También duele a los agoreros. Las fotografías de reuniones en Bruselas con dos docenas de ministros de la energía en torno a la vicepresidenta española Teresa Ribera, artífice en buena parte del acuerdo para limitar el precio del gas, son elocuentes. La electricidad es a diario bastante más barata en España y Portugal que en el resto de Europa, gracias a la victoria del dúo Sánchez&Costas con la llamada “excepción eléctrica ibérica”. Los redactores de discursos de Alberto Nuñez Feijóo le propusieron que bautizara la medida como “el timo eléctrico a los españoles”. En eso estaba cuando Macron reivindicó que “timaran” a los franceses por igual. Con todo respeto, tal vez Núñez Feijóo debería revisar la calidad de su entorno. La apisonadora Casado-Teodoro descapitalizó los equipos profesionales que en la sede popular quedaban de la época Rajoy y no se ha reincorporando a casi nadie de los eficientes “sorayos”.

Lo que va peor es el ámbito de la Justicia. Los penosos episodios del Tribunal Constitucional han erosionado la credibilidad de una institución que es vital para la solidez de la democracia. Cuatro años sin renovar el Consejo del Poder Judicial por negativa del PP, magistrados con el mandato caducado votándose a sí mismos, propuestas alternativas del Gobierno precipitadas y discutibles  más una serie de irregularidades, cuanto menos estéticas, empañan la imagen solvente de España en Bruselas en vísperas de la Presidencia europea que, por turno, corresponderá a este país.

El discurso navideño del rey Felipe VI llamaba a superar esos enfrentamientos y a cumplir la Constitución. PSOE, PP y Ciudadanos respaldaron el contenido de esa intervención. Vox destacó una frase, la de “somos un gran país y tenemos que seguir decidiendo juntos nuestro futuro”. Y el resto, con matices, lo criticaron. Para el PNV, la Monarquía, no está en condiciones de hablar de ejemplaridad; para Iñigo Errejón “hablar de polarización, ante el secuestro de las instituciones, ya es elegir”; Esquerra qué va a decir si se apellida “republicana”; Podemos, para calificar de “decepcionante” el discurso”, sacó a Rafa Mayoral, que en un reparto cinematográfico sería un actor secundario. Menos mal que la ciudadanía tira para adelante sin hacer demasiado caso a la política y a los medios.

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