Quien experimenta su fuerza telúrica, no es capaz de desconectarse de ella jamás, es el magnetismo de las entrañas de la tierra que al fundirse con los elementos del paisaje crea un espacio emocional que interpela a los cinco sentidos. El campo sosiega y equilibra el espíritu, expande la mente, revela misterios, palpita, siente y se expresa, habla permanentemente a quien entiende sus signos, a quien se sintoniza con él.
Para avanzar hacia el futuro como personas y organizaciones necesitamos realizar un ejercicio de prospectiva, que nos ayude a trazar nuestra hoja de ruta desde donde elaborar nuestros planes. Para actuar con sentido y criterio en la vida necesitamos tener una visión integral (holística) y en perspectiva de hacia dónde se mueve el mundo. Aunque el futuro no lo podemos adivinar, sí podemos analizar sus tendencias y proyectar diferentes escenarios en función de los cuales diseñar nuestros proyectos de vida. Y todo ello sin olvidar que el mundo es contingencia y cambio, por lo que debemos actuar con flexibilidad y estar dispuestos a variar el rumbo en función de unos acontecimientos que cada día son más inciertos e imprevisibles.
La nueva categoría de países que surgirán en el futuro no aparecerán como tales en el mapa mundi, serán digitales, nacerán en la nube. Te imaginas un país sin territorio, sin espacio, sin lugares, sin materia, sin fronteras, sin distancias, sin límites. Te imaginas pertenecer a un país donde la riqueza, el dinero, el trabajo, las actividades y los servicios son virtuales. Te imaginas un país sin la arbitrariedad de gobernantes, policía, ejército y funcionarios… Pues bien, ese tipo de país se está gestando ya, y aunque aún está en pañales, es el inicio de un nuevo paradigma de organización humana, de una nueva gobernanza, de un nuevo contrato social, de una nueva geografía. El precursor es Plumia, el primer proyecto de nación de los muchos que surgirán en la era del Virtuceno.