
RESUMEN DEL ARTÍCULO
La vida es la suma de un puñado de conversaciones que nos marcaron. De esos momentos donde una sola palabra, una sola conversación, puede dejar una huella indeleble y cambiar el rumbo de nuestro destino. La palabra tiene el poder de convertirse en una sentencia o en un estímulo, de condicionar el futuro o de abrir uno nuevo. Frases como «Tú no sirves para esto» o «No tienes talento» pueden limitarnos, mientras que «Eres muy importante para mí» o «Tú puedes hacerlo»nos impulsan a ser nuestra mejor versión.
No importa si esa palabra llegó como un puñal envenenado o como una brisa sutil, lo crucial es que tiene la fuerza para cambiarnos. Ella moldea nuestro interior, forja nuestro carácter y define nuestro legado. Viaja a tu memoria y encontrarás esas palabras que te golpearon, pero también aquellas que te inspiraron y te recordaron tu valor.
Las palabras de las personas a las que damos autoridad se elevan a la categoría de verdad y las guardamos para siempre. Pero recuerda, la palabra también es un regalo que tenemos para inspirar y ayudar a crecer a los demás. Su antítesis y complemento esel silencio. Habla solo cuando lo que vayas a decir sea más poderoso que tu silencio, porque este también puede convertirse en una palabra atronadora.
La palabra construye la realidad y crea el futuro. Es la llave que rompe nuestra crisálida, la que nos permite alcanzar la mejor versión de nosotros mismos. Como dijo Fernando Flores, «la palabra nos trae futuros a la mano». Y aunque el camino sea difícil y te sientas hundido, perdido y solo, siempre te quedará la palabra para levantarte, para crear y para transformar tu destino.
Adelante!!!
ARTÍCULO COMPLETO
Nuestra vida es la consecuencia de un número reducido de conversaciones que nos marcaron.
Con la perspectiva de la edad, miro el recorrido de mi existencia y reconozco las tres o cuatro conversaciones que cambiaron el rumbo de mi vida. No fueron muchas, pero cada una dejó en mí una huella indeleble, una marca que me acompañará siempre, y hoy comprendo que somos el fruto de un número reducido de palabras que nos atravesaron, para bien o para mal.
¿Cuántas personas han quedado marcadas por una opinión que acabó por convertirse en una sentencia?
‘Tú no sirves para esto’. ‘No tienes talento’. ‘Eres muy importante para mí’. ‘Tú puedes hacerlo’. Una advertencia, un elogio, un juicio infundado se pueden convertir en una sentencia o en un estímulo. Nuestro interior se moldea con lo que nos dijo esa persona a la que dimos autoridad. Entre los millones de palabras que salen de nuestra boca, nacen de nuestra mente o llegan a nuestro oído a lo largo de la vida, solo un puñado de ellas tienen el poder de transformarnos para siempre. Busca en tu memoria las que te dejaron una impronta, analiza su naturaleza y aprende a pronunciarlas: el dominio de ese arte te hará especial, definirá tu personalidad y multiplicará tu impacto.
Todos estamos hechos de dos materiales: vulgaridad y singularidad. La balanza hacia un lado u otro depende de la sutileza y la sensibilidad con la que empleas la palabra, de su dosis justa, y de la elección del lugar y el momento oportunos para que surtan su efecto.
Una sola palabra pronunciada en el contexto apropiado tiene la fuerza para cambiarnos
La palabra tiene el poder de deformar el universo. Yo lo he aprendido mirando atrás. Recuerdo la frase de un maestro que me arrebató la esperanza de un golpe seco, pero también la palabra de mi madre que me devolvió la confianza, o la de un amigo que me señaló un camino que jamás había imaginado. Con el paso de los años, uno descubre que, en realidad, toda su vida está edificada sobre dos o tres frases, sobre dos o tres conversaciones breves que giraron el rumbo de su destino.
Mi pensamiento bebe de la filosofía del lenguaje, y sé que el mundo se puede cambiar con una declaración poderosa, con una afirmación precisa, con un juicio revelador o con una promesa valiosa. A veces, la palabra llega como un puñal envenenado; otras, como una brisa sutil que acaricia el alma. Puede brotar de un resentido que hiere o de un maestro que abre horizontes. Ahí actúa la experiencia para distinguir el bien del mal, porque de ello depende que toda una vida florezca o se marchite.
Viaja a tu interior: recuerda esa palabra que te golpeó como una bofetada y te dejó una cicatriz. Evoca también aquella que te inspiró, que cambió tu comportamiento. Están ahí, guardadas en tu memoria más íntima, y si las identificas, verás que son el molde y el demiurgo que han dado forma a tu carácter, a tu destino y a tu legado.
Las palabras que nos dijo esa persona a la que dimos autoridad las elevamos a categoría de verdad y las recordamos para siempre
Martin Buber decía que vivimos en un danzar de tres dominios conversacionales: las que mantenemos con nosotros mismos, las que tenemos con los demás y las que sostenemos con el misterio de la vida. Y teniendo un arsenal transformador tan potente, las malgastamos al emplearlas para herir, para mentir o para alimentar nuestro ego, en lugar de utilizarlas para inspirar y ayudar a crecer a los demás.
La palabra nos define y nos antecede: habla de quién soy, en quién me puedo convertir y qué puedo ofrecer a los demás. Pero tan poderosa como ella es su antítesis: el silencio. Palabra y silencio, silencio y palabra. Solo el silencio, en su cadencia perfecta, puede superar la fuerza de la palabra. Habla únicamente cuando lo que digas sea más fuerte que tu silencio, porque tu silencio bien utilizado también se puede convertir en una palabra atronadora.
La palabra cambia el sentido y el significado del tiempo
La vida, al fin, es movimiento y cambio. Como nos enseñaron los antiguos griegos, tenemos tres formas de habitar el tiempo: el Cronos (lo anodino y lo cotidiano), el Kairós (la emoción y los instantes vibrantes), y el Aión (lo elevado y lo divino). La compuerta que nos abre a estas dimensiones es la palabra. La palabra es la llave que tiene el poder de romper la crisálida que nos envuelve y permite que la mariposa que vive en nuestro interior bata sus alas y se eleve al cielo. Es la que te permite alcanzar la mejor versión de ti mismo.
La palabra construye la realidad y crea el futuro
Fernando Flores me dijo en una ocasión: la palabra nos trae futuros a la mano. Y eso me cambió la vida; desde entonces, experimenté una epifanía, sufrí una metanoia, soy otra persona.
‘Primero fue el verbo’: el universo mismo surge de la palabra, es una revelación que está presente en varias cosmogonías y que, si cierras tus ojos y abres tu mente, podrás experimentar el poder de su enunciado. Todos los principios del Kybalion (mentalismo, correspondencia, vibración, polaridad, ritmo, causa-efecto, género) se desencadenan con la palabra.
¿A cuántas personas conoces que se quedaron en la estacada por esas palabras desafortunadas de un maestro, de su padre, de una autoridad o de un juicio temerario de alguien imprudente? Recuerda esas palabras que te condicionaron por completo y date permiso para seguir tu instinto y tu voz interior, escuchando a los demás, pero poniéndolas en juicio cuando te limiten, te empequeñezcan o frenen el enorme potencial y talento que vive en el interior de cada ser humano.
Ábrete al otro para que su palabra te pueda cambiar, pero desde tu mayoría de edad y una fortaleza emocionalconstruida en el cultivo de la templanza. Y piensa siempre que, aunque estés hundido, perdido y solo, como decía Alberti: «Si he perdido la vida, el tiempo, todo, / si he perdido la voz en la maleza, / siempre me queda la palabra.»
Adelante!!!