Trump, un ejemplo claro de como la democracia tiene sus fallos de seguridad por donde penetran los caballos de Troya, ventanas abiertas donde se inoculan los virus que pueden producir su propia destrucción.
Los momentos de crisis son propicios para el nacimiento de relatos que apelan al miedo y prenden como la pólvora en las clases más vulnerables (trabajadores que ven peligrar sus empleos, clases medias que pierden su estatus…). Son los tiempos que están esperando los tipos sin escrúpulos para hacerse presentes con discursos viejos de corte nacionalista, populista y xenófobo (América primero).
Detrás de un diseño artificioso que busca la apariencia de una imagen con cierto carisma y una estética fascistoide, se esconde un auténtico fantoche cargado de una verborrea facilona, diseñada para conectar con las bajas pasiones e instintos del ser humano.
El Liderógrafo no dice que así sea Trump, solamente que es el papel que está representando. Sería menester que se pudiera ver a sí mismo en ese rol y cambiar de conducta para bien de la humanidad.
Culpar de los problemas propios al inmigrante y al extranjero tiene buena venta en la opinión pública y da buenos réditos políticos, siendo la apelación habitual donde hacen presa los sin escrúpulos y faltos de principios. Basta el recurso a un relato enlatado y a un sistema organizado basado en noticias falsas (fake news) para influir en la opinión pública.
Trump no está haciendo otra cosa que volver al discurso nacionalista para alcanzar sus propósitos, a sabiendas de que resquebraja los valores de la sociedad y trocea el mundo.
Detrás de su acción política no hay visión de futuro, no hay la posibilidad de crear un mundo mejor, tan sólo una acción depredadora de Estados Unidos sobre el resto del mundo y el cortoplacismo de la negación del cambio climático. Una época dorada para ultraconservadores y creacionistas.
Con él vuelve la retórica barata del totalitarismo desde la falta de autocontrol y de la más mínima educación que se le pudiera exigir a un responsable político.
La originalidad brilla por su ausencia sustituida por la bravuconería rayana en la chulería barriobajera.
Cuando un líder no es capaz de movilizar con una visión, no le queda más remedio que hacerlo con añagazas, la seducción desaparece y el universo pasa a ser concebido como un espacio hostil que pone a la humanidad a la defensiva.
En este ambiente, la desconfianza desaparece y el compromiso decae sustituido por la apelación a la obediencia.
Trump tiene el poder, un poder descomunal, como ninguna otra persona en el mundo lo tiene, pero su autoridad está en los huesos, la gente que le sigue lo hace por miedo no por respeto. Cuando el mundo de las democracias parecía respirar aliviado por la desaparición de líderes de esta catadura moral, la historia parece devolvernos el golpe por el mismo sitio, aprovechando una vez más los resquicios que conectan con las bajas pasiones del ser humano.
Trump trae de nuevo oxígeno para los fanatismos, el recrudecimiento de las tensiones y los nacionalismos, la manipulación de la opinión pública con la mentira, la destrucción de las reglas de juego y los organismos multilaterales, la ruptura de las relaciones comerciales a escala global, las viejas formas del imperialismo caduco.
Está por ver el legado que nos dejará, aunque ya atisbamos los elevados costes que traerá consigo superar sus políticas, en un momento de la historia tan delicado como el actual donde los desafíos planetarios como el cambio climático y la globalización precisan de una nueva gobernanza donde la Primera potencia no está a la altura.
No hay un líder 0 ni un líder 10, Trump también tiene sus méritos: se necesita coraje y constancia para alcanzar la presidencia de EE UU. El liderazgo también tiene que ver con el logro, y es patente que con sus luces y sombras ha tenido importantes éxitos en la vida política y empresarial (la gente da valor y sigue a quien ha conseguido cosas importantes). Todo el mundo puede cambiar, y este hecho aporta cierta esperanza para que este hombre (que no es tonto) pueda algún día canalizar su energía (que es innegable), a causas nobles y buenas. Animémosle a iniciar esta senda y a abandonar un camino que nos puede hacer caer por el precipicio.
Donald Trump es un líder destructivo, lo dice el Liderógrafo.
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