No podemos tener universidades exitosas, en medio de sociedades fracasada.
Luis Enrique Orozco Silva.
La principal expresión de cambio y transformación de los sistemas de educación superior, ciencia, tecnología e innovación, y de las instituciones que los conforman, son las políticas públicas de los gobiernos nacionales y subregionales en cada país. Esas políticas tienen un momento para su construcción colectiva, otro para su implementación y otro en lo referente a evaluación en sus diferentes dimensiones, tiempos y alcances.
El diseño e implementación de las políticas públicas del sector de la educación superior, ciencia, tecnología e innovación, ha estado marcado por paradigmas centrales, según las circunstancias y desafíos para prestar un mejor servicio a la sociedad. Desde la década de los años 70, cuando muchos sistemas estaban en construcción, se hizo visible el paradigma del “Estado interventor y controlador” que casi todo lo quería determinar. En el caso de Colombia en el marco de este paradigma se hizo la reforma de la educación superior, consignada en el Decreto 80 de 1980. Desde luego con beneficios visibles desde el ordenamiento y definición de autoridades del sistema, pero limitando la acción universitaria a lo determinado por los gobiernos.
Durante los años 90, fue determinante en las políticas públicas, el paradigma de un Estado un poco más distante del anterior, con funciones de supervisión y evaluación. De allí se derivaron logros importantes como el establecimiento de los sistemas de aseguramiento de la calidad y de acreditación. En Colombia se vio plasmada la reforma del sistema mediante la ley 30 de 1992, que además de desarrollar el principio constitucional de la autonomía universitaria, estableció las bases para los sistemas de evaluación en el marco del paradigma conocido como “Estado evaluador”, que permitió conformar, con enfoques diferenciados las formas de garantía de la calidad de las instituciones y de los programas académicos, para los usuarios en crecimiento.
El concepto de calidad ha evolucionado e incorporado elementos como: la pertinencia, la rendición de cuentas en función de los impactos, la autorregulación, los sistemas internos de aseguramiento, el buen gobierno, la transformación digital, las innovaciones pedagógicas, los ecosistemas y la cooperación internacional; con una centralidad sobre el aprendizaje del estudiante. Con un enfoque cada vez mayor sobre los resultados e impactos, que sobre los insumos y los procesos.
La CMES 2022, convoca a una reinvención y una respuesta al desarrollo sostenible por parte de los sistemas de educación superior. Kairos propone, la puesta en marcha de un tercer contrato social de la educación, reconociendo la necesidad profunda de transformación que requiere el actual modelo educativo.
Con el actual paradigma central del “Estado evaluador” va a ser imposible responder a los nuevos desafíos que las sociedades le plantean a la educación superior; que requieren esquemas disruptivos con nuevos modelos mentales en un proceso de inteligencia colectiva. Por ello proponemos a la CMES 2022, enfatizar en un nuevo paradigma de, un “Estado promotor” que estimule al máximo la vinculación de la educación superior y de sus instituciones con sus sociedades; atendiendo de manera estratégica las problemáticas más agudas y desatando procesos que permitan aprovechar las oportunidades, en un nuevo juego y una nueva realidad.
Todavía, especialmente en los países latinoamericanos, las sociedades, en medio de grandes desconfianzas sobre la mayoría de las instituciones, mantiene alto grado de confianza en las universidades y clama por un mayor vínculo con ellas, que propicie su participación, ejerciendo la autonomía universitaria, para la solución de las agudas problemáticas que las agobian. Desde luego desde su propia identidad, pero con profundos procesos transformativos en su forma de concepción y operación; advirtiendo lo que se señala desde Kairos, “transformar no deformar”.
Si hoy, los sistemas de educación superior quieren dar innovadoras y efectivas respuestas a los complejos desafíos, no pueden seguir construyendo sus políticas públicas desde los paradigmas de un “Estado interventor”, ni de un “Estado evaluador”, con lo cual se tendrá como resultado, simplemente una leve mejora de la obsolescencia y la pérdida de confianza de la sociedad.
Esto conllevaría a la formulación de una nueva generación de políticas públicas, con visión prospectiva y enfoque estratégico, donde a través de alianzas, interdependencias, interrelaciones y nuevas formas de gestión, se evidencie el efecto de las políticas en la transformación de las complejas realidades sociales específicas de cada país o región, sin pretender homogenizar soluciones globalizantes, haciendo uso de las tecnologías que agreguen valor en las rutas innovadoras del cambio.
Un “Estado promotor” de la vinculación profunda educación superior – sociedad, y la nueva generación de políticas que se deriven, permitirán: Pensar en grande, promover nuevos liderazgos, ejercer con vigor la autonomía universitaria en favor de la sociedad, mejorar la formación ciudadana, visibilizar lo rural, propender por nuevas competencias genéricas en una sociedad de aprendizaje, profundizar la función sustantiva de la extensión universitaria, ganar legitimidad social, implementar nuevas formas de rendición de cuentas, cumplir los anhelados ODS, encontrar formas alternativas de financiación, y sobre todo, atender de manera eficaz los grandes desafíos que tienen las sociedades y el aporte que a ellos debe hacer la educación superior.
Ese “Estado promotor” dará mayor valor a lo local, donde se podrán atender las necesidades de manera más cercana y eficaz, generando confianza, sin ser sometidos a un pensamiento global uniformizante, que no valora la diversidad. Pensar lo local con identidad y orgullo, para actuar globalmente. El “Estado promotor” y educador del emprendimiento, debe ser distinguido por su capacidad de liderazgo e innovación, para guardar coherencia con el propósito de ofrecer unos mejores futuros para nuestras sociedades, revestido de autoridad moral, para promover los grandes cambios con participación de la ciudadanía y en democracias fortalecidas. Seguramente aparecerán simultáneamente, evoluciones hacia un “Estado emprendedor” de cara a sus ciudadanos dotados de estas capacidades e integrados a unas instituciones educativas emprendedoras que ofrecen valores agregados a sus estudiantes.
Si los gobiernos de los diferentes países, convocados por la UNESCO a la CMES 2022, no dimensionan desde cual paradigma de Estado deben atender sus obligaciones con la educación, particularmente en la formulación de las nuevas políticas públicas, no solo desperdiciaremos esta oportunidad, sino daremos lugar a que enfoques mercantilistas y dominios de las grandes empresas tecnológicas, especialmente las denominadas por Attali, las GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) sean las determinadoras y controladoras de nuestro futuro, en medio de ganancias económicas escandalosas y poco éticas, con lo cual “modernizaremos la pobreza pero no humanizaremos el desarrollo”.
Carlos Hernando Forero Robayo
Ingeniero de Transportes y Vías de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, donde fue profesor, asesor, decano, rector y miembro de su Consejo Superior.
Fue Alcalde Mayor de Tunja, su ciudad natal.
Director comercial de la Caja de Compensación Familiar de Boyacá.
Magister en Administración de Empresas y Magister en Dirección Universitaria, en la Universidad de los Andes, en Colombia.
Consultor de la Misión Nacional para la modernización de la universidad pública en Colombia.
Profesor y directivo universitario en universidades públicas y privadas.
Desde 1995 hasta 2020, secretario general y director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Universidades, ASCUN
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