
RESUMEN DEL ARTÍCULO
Sigue leyendoLa Inteligencia Artificial (IA) es el motor que está redefiniendo la esencia misma de la Administración pública. Nos encontramos en el umbral de una era donde la eficiencia operativa y la calidad del servicio al ciudadano alcanzan cotas inimaginables. La IA, a través de la automatización de tareas repetitivas, libera el talento humano para funciones estratégicas, transformando la burocracia en agilidad y la reacción en proactividad.
El arsenal tecnológico de la IA es vasto y potente. Desde la Automatización de Procesos Robóticos (RPA) y los chatbots que optimizan la atención 24/7, hasta la IA Generativa (GenAI) que revoluciona la creación de contenidos y la gestión interna, o los Agentes de IA que ejecutarán tareas complejas de forma autónoma. Esta diversidad tecnológica marca el camino hacia un «gobierno inteligente».
La IA en la práctica ya es una realidad palpable en la Administración pública con ejemplos que van de lo global a lo local, demostrando su capacidad para generar valor tangible. Sin embargo, esta proliferación innovadora debe equilibrarse con marcos éticos y normativos, como la Ley de IA de la UE, para garantizar que la tecnología avance de la mano con la seguridad y los derechos fundamentales.
El impacto económico de la IA es innegable, generando un incremento del rendimiento y un considerable ahorro de costes, liberando recursos para otras inversiones. La visión de futuro es clara y compartida por organismos como la OCDE y la Unión Europea, y por expertos: la IA debe ser «confiable» y «centrada en el ser humano». Las Administraciones públicas tienen la responsabilidad histórica de liderar esta transformación, invirtiendo estratégicamente en infraestructura, datos y talento.
Adelante!!!