No es fácil definir qué es el mundo rural cuando hablamos del mundo rural. En principio podemos aceptar que “zona rural es todo aquel espacio que está en medio del campo y rodeado de campo”, aunque bien pensado hasta Madrid está en medio del campo, la diferencia entre Madrid y un pueblecito de Badajoz radica en que en Madrid han anulado por completo las características propias del campo y de la vida del campo, mientras que en el pueblito de Badajoz aún se ve la tierra desde las casas, se ve un cielo limpio, se nota como corre el aire y se conoce la gente por la calle.
Desde el punto de vista técnico se define un “índice de ruralidad” como aquellas zonas cuya densidad de población está por debajo de 100 habitantes/Km2, pero una definición tan rudimentaria, evidentemente, no define nada. Afortunadamente el mundo rural es tan complejo que no deja definirse con cuatro palabras.
Lo que sí está claro es que lo contrario de rural no es industrial, lo contrario de rural es urbano. Es decir, rural y urbano son términos contrapuestos, y no se puede ser urbano y rural a la vez. Y que sean contrapuestos no quiere decir que sean enemigos, pueden ¡y deben! convivir ambos conceptos en nuestra sociedad. Una de los primeros enfrentamientos entre rurales y urbanos debió ocurrir más o menos así:
“Era un hermoso día de primavera en las praderas del lejano oeste americano. Estaban Jerónimo y Toro Sentado fumándose una pipa a la sombra de una sequoia, y comentando la siguiente cacería de bisontes, cuando llegaron los rostros pálidos con sus uniformes verdes y se sentaron también a fumar e invitaron a los indios con sus cigarrillos Marlboro. Comentaban los blancos a los indios que su forma de vida era muy poco razonable, que ocupaban el territorio de una manera muy poco eficiente, que necesitaban mucha tierra para tan poca gente como eran, que además eran muy poco ecológicos, porque allí donde ponían sus tiendas lo dejaban todo perdido al marcharse, y que con ese sistema de irse cambiando de sitio no había manera de crear un sistema eficaz y barato de prestar los servicios básicos a la población. Los indios escucharon atentamente y les costaba trabajo entender ese discurso, pero como tontos no eran, también tenían sus razones: “Nosotros intentar vivir en paz y armonía con la tierra, con el sol y con el cielo, comer y vestir con lo que nos da la naturaleza, y sobre todo tener muy claro que no poder destruirla porque ser nuestra fuente de vida, y así llevar ya unos cuantos siglos y no irnos tan mal, ¡oye!”. Pero los blancos no entendían nada de estas razones, y les propusieron sin contemplaciones: Así no se puede vivir, nosotros venimos desde Europa, que tenemos mucha tradición de urbanismo y sabemos hacer ciudades muy bonitas y con muchos monumentos, y eso mismo haremos aquí, crearemos grandes ciudades donde viva mucha gente junta, y para recoger toda la basura que se genere montaremos un sistema de Recogida de Residuos Sólidos Urbanos, y construiremos grandes centros de salud donde meter a la gente que se ponga enferma, y también construiremos grandes edificios (a los que llamaremos escuelas) para meter a nuestros hijos para que aprendan las normas de comportamiento social, y así crearemos una sociedad moderna y urbana ¡como Dios manda!. Los indios, atónitos, hacían como los bancos a los pobres, que no daban crédito, y aún seguían argumentando: “pero eso de amontonar a la gente seguro que tener muchos problemas, y no respetar para nada la naturaleza, y acabar con las manadas de bisontes”. Bueno, bueno, eso son “daños colaterales”, dijeron las blancos, y terminaron amenazando: u os adaptáis a este sistema u os aniquilamos; y los indios, tozudos: Pos va a ser que no, y que Manitú nos proteja.«
Y Manitú los protegió poquito, porque efectivamente los aniquilaron, y fue un episodio más del dominio del mundo urbano sobre el mundo rural.
Hoy día el dominio de la mentalidad urbana sobre la rural no se plantea en términos tan trágicos o dramáticos, nadie quiere aniquilar a los rurales, es más, incluso se les tiene cierto cariño y respeto, y se les considera como un resto histórico que conviene mantener como elemento del folclore popular, y para que hagan alojamientos rurales a los que poder ir los urbanitas en sus pocos días libres.
Lo cierto es que impera el “sistema urbano”, con datos de 2018 el 85% de la población se ubica en el 20% del territorio, luego la mayor parte de la gente prefiere vivir amontonada, pero…. ¿realmente lo prefiere??????
¿Es posible otro diseño de sociedad??????, ¿se podría ganar calidad de vida viviendo de otra manera??????
Es cierto que existe una “especial sensibilidad” por el mundo rural dentro de la mentalidad urbana. El gran riesgo de abandono = desertificación de grandes espacios rurales está alertando a la sociedad en general, y los problemas que generan las grandes concentraciones urbanas están haciendo ver el tipo de vida rural como algo que merece la pena mantener. Se crean instituciones bienintencionadas contra la desertificación humana (por ej. La Alta Comisionada contra la despoblación, por ej. congresos casi todos los meses sobre la “España vaciada”) y también se generan varias “políticas blandas” a favor del desarrollo rural, como son los programas de desarrollo rural potenciados por la Unión Europea e integrados en las políticas generales de los estados miembro, que están contribuyendo, de alguna manera, a revitalizar la actividad humana y social (por supuesto la económica) en las zonas rurales. Me refiero a los programas LEADER I (1992-1995), LEADER II y PRODER I (1995-2000) y LEADER PLUS, PRODER II (2000-2006), FEADER (2007/2013) y FEADER PM de 2013 «pa lante» (PM no significa Puta Mierda, sino Puro Formalismo, que es lo que realmente es). Han sido y en algunos casos probablemente lo sigan siendo, programas útiles para los pequeños pueblos, que les ha permitido un poco de dinero para atreverse a plantear estrategias nuevas y originales de desarrollo, basadas en la puesta en valor de sus propios recursos, en la participación e implicación de sus propios agentes y en la definición de un territorio homogéneo (comarca) que diera “masa crítica” suficiente a su estrategia. No han tenido el efecto deseado porque las administraciones (nacionales y autonómicas) encargadas de supervisar su aplicación no han confiado en los actores de ese desarrollo, han tenido muchas cortapisas y muchas limitaciones para que pudieran expandirse con toda su capacidad, se han doblegado a los agoreros funcionariales que priman el control sobre los resultados, y se han dejado acogotar por el miedo a la pérdida del poder centralizado; pero algo se ha conseguido. En general casi todas las evaluaciones realizadas sobre la aplicación de estos programas resultan muy positivas y aconsejan la utilización del método “de abajo a arriba” y el enfoque territorial como una posible forma de resolver los grandes problemas de despoblación y desertificación humana de las zonas rurales.
Pero las “grandes políticas”, las que consumen millones y millones de euros del erario público no están, generalmente, a favor de las zonas rurales, sino a favor de concentrar a la población en las grandes ciudades, cuanto más grandes mejor, de concentrar los servicios y facilitar que cada vez más gente viva en menos espacio, porque sale más barato atender a un bloque de pisos con 2.000 personas que esas mismas 2.000 personas repartidas por todo un término municipal. Es cierto que en estos últimos 50 años se ha invertido mucho en mejorar los servicios de los pueblos, y actualmente la mayoría de los pueblos españoles disponen de enormes casas de cultura, de imponentes pabellones deportivos, e incluso buenas dotaciones para educación y sanidad. Pero esto es broma comparado con las inversiones en facilitar la concentración: milmillonarias inversiones en conseguir que circulen más coches de los que realmente caben en las ciudades (emes treintas y similares), cifras que hay que expresar en Meuros (millones de Euros) porque no caben en una línea del Word este, para infraestructuras de transportes orientadas exclusivamente a las grandes ciudades, y valga de muestra un botón, la cerril política de los AVES, que conectan Sevilla con Madrid, parando solo en Córdoba y Ciudad Real, en menos de 2 horas; ¿y en medio qué?, ……..en medio nada, en medio nadie, y otro botón: enormes autopistas para conectar grandes ciudades, en muchos casos sin salida para pequeños pueblos.
La gente se concentra en las grandes ciudades porque tienen mejores servicios, y como también concentran la mayoría de los votos, los políticos tienen que definir sus programas electorales favoreciendo a las grandes ciudades, que a su vez tendrán cada vez más gente y más votos, con lo que se genera un círculo vicioso difícil de romper.
Existe una alternativa: tienen que convivir las ciudades grandes con los pueblos pequeños, hay que compaginar el mundo urbano con el mundo rural, a todos nos conviene llevarnos bien, a los del mundo rural nos interesa que las ciudades mantengan su buena oferta de servicios, a los de las ciudades les interesa que los pueblos mantengan su encanto, su calidad de vida y su respeto al medio natural y para eso tenemos que repartir la población de la mejor manera posible. La alternativa que es posible exige que las “grandes políticas” se reorienten al servicio de mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos, que se descentralicen las prioridades en las inversiones generadoras de actividad económica en base una buena “ordenación del territorio”. Esta es la palabra mágica que llena la boca de casi todos los teóricos del desarrollo, aunque no siempre se utiliza de forma adecuada.
Ordenar el territorio significa aprovechar los recursos que cada zona tiene, y sobre todo generar espacios habitables por la población basados en su calidad de vida como eje prioritario, dejando para una segunda prioridad otros valores como el acceso al consumo, la superoferta de servicios o la facilidad para los funcionarios de que tengan todas sus oficinas de gestión en un entorno inferior a 2 kilómetros. No hay porqué planificar para los próximos 20 años pensando en concentrar en la ciudad de Albacete a todos los habitantes de la provincia, o intentado que toda la provincia de Teruel se vaya a vivir a Zaragoza. Si alguna parte de las inversiones productivas y de servicios que se concentran en las ciudades de Albacete o en Zaragoza, por poner un ejemplo, se desparramaran por los amplios territorios de La Mancha o de Aragón seguramente saldríamos ganando, tanto los ciudadanos de los pueblos como los de las ciudades.
La resistencia en las zonas rurales no podemos plantearla hoy día como enfrentamiento a los “rostros pálidos” que hicieron los indios en su día porque no les dejaron otra opción, hay que plantearla como alternativa de vida sostenible y de mejor calidad frente a la forma urbana, para que la sociedad (y sus políticos, por tanto) empecemos a proponer fórmulas de ordenación del territorio donde las personas humanas y nuestra sostenibilidad seamos la mayor prioridad y lo único importante.
Por tanto:
- resistencia de los/as “rural-people” contra el abandono de nuestros pueblos y comarcas.
y - resistencia de los/as “urban-people” contra la planificación para un crecimiento desmedido e insostenible de las ciudades.
La RESISTENCIA es el arma de los que tenemos razón, y como la poesía, también es un arma cargada de futuro.
MALAQUIAS JIMENEZ, AGENTE DE DESARROLLO RURAL EN LA MANCHUELA
Pues muy bien explicado Malaquias y como siempre con sentido del humor no exento de realidad. Se te echa de menos compañero!!!
Aunque fui de pueblo terracampino, y me intereso por el futuro de los pueblos, poco tengo que decir sobre el asunto que plantea Malaquías. Solo que me gustaría que se explicase por qué las fiestas y los festejos taurinos se llevan más presupuesto municipal que los servicios públicos municipales, o por qué se sigue gestionando los municipios con polítìcas basadas en el cemento.
Hay alternativas. Conozco una, en la provincia de Cáceres. Un pueblo de 160 habitantes (cinco más-cinco menos) ha sido gestionado en la última década por un equipo municipal que prefirió centrarse en la personas y no en los ladrillos. PESCUEZA. Se llama Pescueza el pueblo, y su alcalde fue José Vicente Granados, un fenómeno que ahora ha sido llamado por Vara para gestionar los asuntos de Dependencia de Extremadura. Pero conozco a su sucesor en el pueblo, y el nuevo alcalde, otro fenómeno, seguirá la linea trazada. Suerte para Andrés Rodríguez.