Cuando te mueves por el mundo y formas equipo con personas de otros países y culturas, comienzas a descubrir quién eres y de dónde vienes.
La identidad es una realidad ubicua que es visible para el resto de los mortales menos para su propietario. Somos seres históricos aunque no lo sepamos, parte de nuestro carácter y personalidad es nuestro, pero otra parte importante es más antigua y pertenece a un legado de creencias, tradiciones y visiones que viene de nuestros antepasados. Realmente cuando pensamos, enjuiciamos, interpretamos, sentimos, hacemos…;está apareciendo como un fantasma viviente «el ser antiguo» que todos llevamos dentro, y que responde a paradigmas, categorías y estándares enraizados en otras épocas y generaciones, manifestándose como tics reconocibles de los que raramente somos conscientes.
Definitivamente no somos quienes creemos ser, ni siquiera soy yo solo, la mente de mí ser al menos tiene tres dimensiones: la mía, la de mis antepasados y la de otras personas que entran en mi vida y la están esculpiendo.
Si somos conscientes de esto, tenemos la ventaja de ampliar la mirada y la perspectiva sobre nosotros mismos, los demás y el universo. Podemos aprender a ver más y mejor, a asombrarnos de la maravilla que somos y a buscar respuestas a preguntas como las que se hacía Kant: qué puedo conocer, qué puedo hacer, qué puedo esperar, quién soy (qué es el hombre).
Podemos vernos desde el entendimiento de los demás, obteniendo una perspectiva inmejorable para explorarnos, y esto puede ayudarnos a descubrir nuestras cegueras, pensamientos limitantes y frenos para desarrollarnos como personas en comunidad.
Bueno, y qué les sorprende a «otros seres históricos de otros lugares» cuando están con nosotros. Entre otras cosas nuestro excelente desarrollo de la envidia y la tradición de atacar de manera furibunda a otras personas cuando se mueven, cuando hacen, cuando actúan. No importa que el movimiento sea hacia abajo o hacia arriba.
Atacamos sin piedad a los que lo intentan y se caen, apuntalamos y magnificamos su ¿»fracaso»? Pero lo más sorprendente es que somos aún más viscerales con quienes tienen éxito. Sin ser conscientes, estamos lanzando al universo el mensaje de la mediocridad: no hagas, no te muevas, espera… ¿Pero qué locura es esta? Es para tirarse de los pelos!!! Entonces ¿es la mediocridad el valor compartido al que estamos aspirando? ¿Podemos crear un futuro edificante desde estos cimientos?
Saco a la luz esta realidad no para afear o someter a escarnio a una manifestación de nuestro ser histórico (que es también el mío), sino porque esto nos está haciendo un daño terrible como comunidad que aspira a desarrollarse con éxito en la sociedad del conocimiento.
Lo más importante es ser conscientes de que este estigma podemos cambiarlo, en nosotros mismos, en casa, en la escuela, en los medios de comunicación. Necesitamos hacer piña para desterrar esta interpretación automática e histórica que tenemos asociada al emprendimiento, el liderazgo y la acción. Para convertir a las personas que se mueven (fracasando o teniendo éxito) en auténticos héroes de nuestro tiempo. Revisemos nuestro código ético y ontológico, mensajes, libros de texto y sistemas de estímulo y recompensa. Sin eso, el camino de la imaginación, la innovación, la calidad… Lo tenemos cerrado, y con él, el de nuestras profesiones y empleos futuros, sanidad, educación… Sin eso estamos condenados a un seguro fracaso colectivo.
¿Empezamos?
Como dijo el frances François de La Rochefoucauld. Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.
Has hablado sobre algo muy interesante «La Identidad». Esto nos caracteriza, nos diferencia de otras culturas, le damos valor a quienes somos y de donde nos originamos, le damos valor al trabajo que realizamos. Tener identidad nos hace sentir «orgullosos». Somos parte de una cultura muy rica en costumbres, en conocimientos que nos dejaron los indigenas y en otras culturas. Pero es natural, que para tener «Identidad» hay que conocer la «historia» y especialmente «Nuestra historia». Sino, somos influenciados de otras culturas matando poco a poco lo que nuestros antepasados nos dejaron o nos enseñaron. En esta época ya no somos capaz de procesar el alimento que producimos para darle valor agregado, porque las recetas que no dejaron nuestras abuelas y bisabuelas las hemos perdido. Pero creo que aun comunidades de Nicaragua estan a tiempo de apropiarse de su historia, de darle un valor a lo que tienen en sus patios, de ser capaz de emprender iniciativas que generen un ingreso extra a sus familias, de sembrar valores en la familia, y de no darse por vencidos, de no darnos por vencido, en quitar de nuestra mente «el no puedo» o el «no puedes».
buen día 😉
Un análisis brillante de nuestra historia como seres humanos, con todas nuestras fortalezas y debilidades, y con el potencial para desmenuzar, analizar y reinventarnos para los logros y el éxito, en vez de perder miserablemente el tiempo en la mediocridad.
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