No somos nadie.

Debemos dejar de ver al ser humano como ser individual y aprender a entenderlo como especie.

Cada día se pone más evidencia la extrema fragilidad del ser individual en el mundo y la necesidad de sortear un abismo existencial que nos reduce a la nada, una sensación que nos puede llegar a angustiar si no aprendemos a pensar y actuar como una especie que basa su fuerza en la inteligencia colectiva. El individualismo nos ha demostrado que nos conduce al más estrepitoso de los fracasos, una actitud ineficaz para enfrentar una realidad ante la que se yerguen unos desafíos descomunales (enfermedades, migraciones, guerras, crisis climática…) para el conjunto de la humanidad. 

El individualismo nos conduce a una sociedad hedonista donde cada persona busca la felicidad por su cuenta a través de la máxima exposición al placer y la satisfacción inmediata de una lista de deseos que no para de crecer. Y en este frenesí pensamos que somos cuasi inmortales, hasta que un simple virus, una mala decisión política, el uso indebido de una tecnología o el calentamiento global nos da una bofetada y pone en jaque. Y todo ello sin contar con otras amenazas a las que estamos expuestos y que no podemos dar respuesta de manera individual, como la explosión de un supervolcán, la caída de un meteorito o la explosión de una supernova cercana. Acontecimientos todos ellos que solo podemos acometer actuando como un único organismo, un único ente, desde una sola unidad de acción, como lo hacen a través de mecanismos de cooperación masiva las hormigas o las abejas.

Vivimos en los demás y los demás viven en nosotros.

Si no entendemos que el valor que tenemos como individuos es porque somos Humanidad. Y la Humanidad en realidad no es una suma de sujetos, es un ente vivo, un todo, cuya manifestación visible y superficial son nuestros 7800 millones de cuerpos. Pero nuestra verdadera fuerza reside en que formamos parte de una energía invisible única y sinérgica que llamamos mente y nos conecta a todos. 

Aunque pensamos que nuestra mente es individual, en realidad es la expresión metafísica del todo, no es la caja de resonancia del yo, es la voz del nosotros. A la intuición de que no hay mentes individuales sino una sola mente colectiva y, quien sabe si una única mente de todo el Universo, hemos llegado hace mucho tiempo a través de la filosofía, una certeza a la que se acercan cada vez más la ciencia para validar muchos planteamientos presentes en el budismo y otras tradiciones milenarias.

Somos parte de un todo, de una energía universal que no se destruye, únicamente se transforma.

El solo hecho de experimentar que somos parte constitutiva de un todo que permanece y trasciende a nuestra desaparición física, nos genera un espacio emocional de crecimiento y confianza, una actitud personal proactiva que reduce nuestros miedos, aligera nuestra presión existencial, confiere sentido a la vida, nos da poder y ayuda a eludir el nihilismo.

La insultante levedad y fragilidad extrema del ser que nace de la mirada individual y se supera con el sentido social, nos lleva a la búsqueda de la evidencia de esa mente que actúa de nexo entre todos nosotros, y que buscamos a través del budismo, la física, la biología o la multitud de religiones y cosmogonías existentes. Para lo cual seguimos diferentes pistas, como esa voz interior que todos tenemos en nuestra cabeza y que nos habla permanentemente sin que nuestra voluntad pueda detenerla, un vínculo  presente en todos los seres humanos que puede actuar de hilo conductor, un verbo que reverbera, fluye y es parte constitutiva de la energía del Universo. ¿Será nuestra voz interior la conexión con el todo del Universo que permanece? ¿Será la manifestación de la mente universal? ¿Continuará esa voz reverberando cuando hayamos desaparecido físicamente?… De momento no lo sabemos, aunque la intuición pura de muchos apunta por ahí, visión que está también en el punto de partida y retorno de algunas cosmogonías (primero fue el verbo). Por ahora, la única evidencia es que esa voz está ahí, nos define a todos y, en ocasiones, cuando trascendemos nuestras veleidades y nos ponemos a cooperar en masa en torno a un propósito, esa voz puede llegar a sintonizar y orquestar nuestros actossociales. Decía Esquilo que cuando un hombre (o mujer) está afanoso, dios se le une.

Cambiar nuestra actitud en el mundo desde el compromiso con los demás y con el todo.

Por eso tiene más sentido que nunca hacernos cargo de los desafíos globales, con lo que aflige al mundo, pensando y actuando en grande, porque cuando lo hacemos, activamos la mente colectiva y alteramos el sentido de lo posible, deformando la lógica del espacio/tiempo y creando nuevos mundos y realidades. 

Si apelamos al concepto de mente global, esa que algunos autores como Napoleón Hill denominaba como mente maestra, nuestra voz crea eco y reverbera en ella.

La revisión de los fundamentos del humanismo.

Desde el siglo XV, el humanismo nos liberó de muchos atavismos, del yugo y la mordaza de unas religiones que aplastaban al ser humano, al tiempo que recuperó la sensibilidad y el conocimiento de los clásicos y puso al ser humano en el centro de la acción, elevando la racionalidad por encima de las creencias. Pero hoy sus bases han de ser actualizadas para reforzar la acción colectiva de los individuos como ente único y especie que ha de actuar al unísono para evitar su autodestrucción, reconociendo que el ser humano es una realidad mucho más compleja que la que establecía el humanismo clásico, como revelan cada día más los descubrimientos de la física y la biología.

De otro lado la convergencia tecnológica (NBIC), la inteligencia artificial, los avances en la longevidad o los descubrimientos de la neurociencia; sitúan a la Humanidad en un nuevo estadio, inmersos ya en la era del posthumanismo (Virtuceno), donde el propio ser humano puede perder la propia condición física que hasta ahora nos había definido. La leyenda de Gilgamesh (el hombre que busca la inmortalidad), es una emoción que aunque siempre nos ha excitado, y hoy ha pasado a ser una ocupación de la ciencia y de grandes compañías que están avanzando en este propósito, trabajando incluso en un proyecto para trasladar la mente humana a un superordenador. Y ya sabemos por experiencia que las realidades de hoy, en su día fueron consideradas como disparates irrealizables. Sapiens es un mono inquieto que no conoce los límites.

Necesitamos devenir en nuevos seres para habitar el nuevo tiempo.

Y todo lo dicho es compatible con tu condición de ser valioso y único, una fuerza de la naturaleza que se ve incrementada con la pertenencia a una mente superior. Por eso puedes quedarte con tu dimensión corporal y finita y decidir que no eres nadie, o verte en tu otra dimensión. Pero hazlo con buen tino, porque esa decisión condicionará por completo tu vida.

La mente de la Humanidad se manifiesta en tu voz interior y la voz del Universo siempre está hablando al que quiere escuchar,  solo tienes que sintonizar con ellas para orquestar tus actos.

Porque no somos nadie y lo somos todo a la vez, depende únicamente de como nos miremos.

Adelante!!!

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2 comentarios en “No somos nadie.

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