La esperanza de la España vacía en la antesala de un desastre demográfico.
Necesitamos muchos inmigrantes para mantener la “España llena” y muchísimos más para que no se muera la “España vacía”, una solución que pasa por abrir las fronteras tanto como nuestras mentes.
España está entre los 15 países más envejecidos del mundo, los 3 con más longevidad y los 5 con menor porcentaje de nacimientos, un cóctel explosivo a medio y largo plazo con efectos demoledores en la “España llena” y catastróficos en la “España vacía”.
Es una obviedad que necesitamos más niños y niñas, personas jóvenes, personas en edad de trabajar, personas que cuiden a los mayores, el medio ambiente, el patrimonio, las casas deshabitadas, que mantengan la vida social, la actividad en las calles, la alegría, las risas y los juegos en los parques… Y de paso, que realicen los trabajos que no queremos y paguen los impuestos para mantener nuestro estado del bienestar.
Desequilibrios demográficos en el mundo rural.
En un país donde la gente sigue abandonando el mundo rural y la natalidad ha caído un 29% en el conjunto del país en la última década, es una quimera pensar que se pueda producir un trasvase del mundo urbano al rural, máxime aún cuando los jóvenes mayoritariamente han comprado su “billete a la felicidad” con destino a las ciudades, cuyos señuelos y reclamos son atronadoramente más potentes y atractivos que los del medio rural.
Si quieres analizar más en esta visión, haz clic aquí.
Nos guste más o menos, nuestra civilización es urbana y sigue una tendencia creciente a vivir en las grandes ciudades, cuanto más grandes mejor (megalópolis). La única medida de calado que puede comenzar a paliar los efectos y cambiar la tendencia es la llegada de inmigrantes.
Si somos cada vez más viejos, nacen menos niños y existe una propensión creciente a vivir en las grandes ciudades, que alguien me explique cómo vamos a enfrentar los siguientes desafíos sin más inmigrantes; cómo vamos a recuperar las zonas rurales vacías, recaudar más impuestos, crear más actividad económica, sostener nuestro sistema de pensiones, ensanchar la base del mercado laboral, cubrir puestos de trabajo que no quieren hacer los oriundos o cuidar a nuestros mayores.
Dar acogida a inmigrantes no solo es un imperativo ético y moral, es una necesidad material y una cuestión interesada de supervivencia que va más allá del altruismo. Y si no, que se lo pregunten a Merkel quien en plena crisis de los refugiados tuvo la inteligencia de acoger un millón y hacerse con un “capital humano” impresionante para el desarrollo futuro de Alemania, todo ello a costa de perder votos en las elecciones, una decisión solo al alcance intelectual de los grandes líderes y estadistas que piensan antes en las futuras generaciones que en las próximas elecciones.
El discurso cínico sobre la inmigración como culpable de los males es un relato mentiroso pero ganador.
Los inmigrantes son el recurso favorito de los incompetentes para encontrar culpables a nuestros males, una receta que ha funcionado a la perfección a lo largo de la historia para activar el lado cínico de la conciencia social y el imaginario colectivo.
Da igual que los mensajes en contra de la inmigración estén plagados de alegatos y juicios falsos e interesados: nos roban el trabajo, acaparan las ayudas sociales, saturan el sistema de salud, son delincuentes, crean inseguridad ciudadana, destruyen nuestra cultura, desnaturalizan nuestra identidad y esencias… Un relato fácilmente rebatible (consumen menos recursos públicos, hacen el trabajo que no queremos, enriquecen la vida social y cultural…) que tras ser repetido mil veces se convierte en una “verdad mentirosa” en un mundo simplista que funciona por etiquetas absurdas. Claro, para hacerlo se necesita valentía y liderazgo.
En realidad todos nuestros países son híbridos y promiscuos, si los más puristas de este país (retrógrados) se hicieran un análisis genético morirían del susto al descubrir su mestizaje racial.
Relacionar inmigración y delincuencia es otra falacia con la que tratan de intoxicar los partidos políticos de extrema derecha y grupos de opinión que se valen del discurso incendiario para convertir al inmigrante en el chivo expiatorio de todos los males (desempleo, pobreza, inseguridad…).
Desde los mitos de la frontera, la invasión, las imágenes de los libros de historia y las leyendas urbanas es fácil construir relatos basados en el odio y el miedo que se extienden como una mancha de aceite a través de los medios de comunicación y las redes sociales en una sociedad acrítica y ávida de encontrar culpables.
Estudios como el realizado en 2012 por la Universidad Carlos III de Madrid en el que se analizó en profundidad las tasas de criminalidad y de inmigración teniendo en cuenta también las tasas de desempleo, el nivel de estudios, la concentración de población en zonas urbanas, la edad, el origen de la población inmigrante y el PIB per cápita; demostraron que no hay correlación entre inmigración y delincuencia.
Plantear hoy un futuro sin inmigrantes nos pondría en un escenario terrible, ante un desastre, demográfico, social y económico.
Según el INE, España alcanzó los 46,9 millones de habitantes en 2018 gracias a la llegada de inmigrantes. La población extranjera llega a los 4,8 millones, la cifra más alta desde 2013, pero por debajo de los 5,4 millones que llegaron a residir en el país en 2009 y 2010. En paralelo, la dinámica de la población española tiende al envejecimiento a pasos agigantados mientras pierde activos (aunque en cifras absolutas repunta por la llegada de inmigrantes). ¿Qué ocurriría sin este aporte demográfico cuando la natalidad ha descendido casi un 30%? ¿Qué escenario demográfico tendríamos si cerrásemos las fronteras y expulsásemos población inmigrante?
Gracias a los inmigrantes hemos podido reforzar nuestro mercado laboral, aumentar los cotizantes, sostener el gasto social y frenar, por el momento, la quiebra inminente de la Seguridad Social.
Los extranjeros afiliados a la Seguridad Social eran 2.149.771 en octubre de 2019. Si lo analizamos por regímenes de cotización: 1.798.918 afiliados pertenecen al Régimen General y 345.944 son autónomos; un dato este último, significativo e indicativo del dinamismo emprendedor de la población inmigrante pese a las dificultades económicas y acceso a la financiación.
La Secretaría de Estado de Migraciones, considera necesaria y viable la acogida de 270.000 inmigrantes anuales hasta 2050, y esto solo para equilibrar las demandas del mercado laboral atendiendo a las indicaciones de organismos como la Comisión Europea, OCDE o el FMI.
El mundo rural ate una crisis de supervivencia.
Si la situación demográfica en el conjunto del país es crítica, en el medio rural es angustiosa. Los que peinamos canas y hemos nacido, crecido y vivido en el mundo rural sabemos que las recetas surgidas de los despachos de la administración y la universidad no tienen recorrido.
Medidas simplistas contra el despoblamiento rural.
Fiscalidad favorable, incentivos a la natalidad, mejora en infraestructuras y comunicaciones, banda ancha, mejora de los servicios públicos, movilidad… Forman parte de una larga lista de reivindicaciones justas que, aunque se concretasen en cuantiosas inversiones públicas (cuestión improbable por la escasa disponibilidad financiera de las instituciones para abordarlas), como mucho pueden aminorar la hemorragia pero no exonera de morir exangües a nuestros pueblos.
Qué podemos ofrecer a los que decidan venir (un proyecto en el que ya estamos trabajando).
En primer lugar hacer visibles las oportunidades del medio rural a través de una serie de Bancos de Recursos infrautilizados u ociosos en torno a actividades como: aprovechamiento de especies silvestres, producción ecológica, ganaderías alternativas, servicios a la discapacidad, tercera edad, lucha contra incendios, conservación del medio ambiente, servicios de proximidad (construcción, reparación, mejoras en el hogar…), bancos de tierras, bancos de viviendas vacías, bancos de pequeños negocios para traspaso (bares, comercios, restaurantes…)…
Además de esto, hay que propiciar nuevas actividades en el mundo rural que aprovechen todo el potencial de la Cuarta Revolución Industrial y sus tecnologías disruptivas. Si quieres conocer 24 programas para la lucha contra el despoblamiento y la activación del mundo rural, haz clic aquí:
En todo caso, no podemos generar falsas expectativas, las actividades económicas tradicionales en el medio rural generan menos ingresos, debiendo garantizar unas condiciones de vida digna a los inmigrantes que se ofrezca una oportunidad, a cambio de su contribución a la dinamizacion y revitalización de la vida económica y social local.
No podemos obviar que la decisión de vivir en el mundo rural conlleva unas prestaciones y un estilo de vida distinto a las aspiraciones de los urbanitas, una existencia más austera a cambio de otras ventajas (tiempo libre, ausencia de estrés, relación con el medio…). Tampoco podemos soslayar que muchas de las personas inmigrantes aterrizan también con el virus de la urbanidad, contemplando la llegada a un pueblo como el trampolín a la ciudad.
El proceso de repoblar el mundo rural desde la inmigración es complejo y exige una planificación detallada y ordenada, comenzando por un enfoque en aquellas personas donde las condiciones de la vida rural encajen en sus expectativas de vida, y continuando con unas medidas de acompañamiento efectivas y servicios básicos de acogida.
Para todo lo expuesto anteriormente es necesario dotarnos de una estrategia y el fortalecimiento de un Fondo de Integración, que aunque ya está creado, necesita reforzarse de más instrumentos e implique de verdad a las instituciones, organizaciones y entidades del mundo rural, preferiblemente desde un plan nacional de integración y cohesión social que comprometa al Gobierno, Comunidades Autónomas, Administración Local, Grupos de Acción Local y Sociedad Civil. La realidad es que necesitamos que vengan inmigrantes dispuestos a asentarse y vivir aquí, lo demás son paños calientes. Y eso exige un discurso coherente e impopular, un liderazgo a la altura del desafío que tenemos como país, capaz de hablar a la ciudadanía con valentía, sentido de estado y altura de miras, so pena de seguir cediendo espacio a la “pseudosuperioridad moral” del relato fascista y populista que se ha hecho dueño de esta bandera.
Ya sabemos que la mayoría de las personas inmigrantes son esforzadas, trabajadoras y emprendedoras, ni más ni menos que nuestros padres y antepasados que tuvieron que buscarse la vida por el mundo, contribuyendo a la riqueza de los países y a nuestro bienestar actual ¿A caso hemos olvidado de dónde venimos? Seguro que no, por eso no podemos abonarnos a un discurso xenófobo ¿Verdad?
¿Queremos un mundo moribundo que agoniza en sus esencias u otro dinámico y diverso? Es nuestra decisión, pero tenemos poco tiempo para tomarla.
Adelante!!’
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