Seguro que más de una vez te has hecho estas preguntas: ¿Cómo aprenden los líderes a hablar? ¿Por qué son tan influyentes con lo que dicen? ¿Cómo podría hablar de manera efectiva e influyente? Vamos a acercarnos a este fenómeno desde un enfoque diferente.
A menudo identificamos a los líderes con sus capacidades para hablar (pronunciar discursos, intervenciones públicas, comunicación). Tanto es así que muchos piensan que la influencia personal depende del aprendizaje de artificios para pronunciar discursos y hablar en público.
La influencia de los líderes por el habla tiene unos fundamentos mucho más profundos que los que enseñan en las escuelas de oratoria.
El fondo en el habla y la comunicación es mucho más determinante que las formas, que también son importantes cuando se cumple la primera condición.
El propósito que persigue un líder no es que le digan lo chulo que es y lo bien que habla, sino conectarse con su equipo o seguidores, implicarse, crear confianza, visualizar y construir un futuro compartido, emocionar…
Primer paso para ser un gran orador: identifica el compromiso que tienes con tu público y calíbralo. Si no lo tienes tu posición puede salir debilitada pese a tu retórica.
Oye, que bien habla ese tipo… ¿Tú lo seguirías? …. Nunca en la vida. Entonces ¿para qué le sirve la oratoria además de para forzar aplausos?
Influir e impactar con el habla en la gente implica involucrarse, conectar, dar participación, ser permeable, alinear el discurso con la acción, cumplir…
Tu discurso será un trueno si con tu acción demuestras a las personas que las quieres, que son importantes en tu vida, que estás dispuesto a ayudarlas, que no tienes dobleces con ellas. Para empezar, el tiempo que habías pensado en estudiar oratoria, empléalo en estas tareas, a la larga te dará más réditos.
Piensa que si en tu vida no tienes compromisos de esa magnitud ¿Para qué coño necesitas los discursos!? No pierdas el tiempo en ello porque si lo que dices no se corresponde con lo que haces serás un prestidigitador de la palabra, todo el mundo te verá el plumero, serás un refinado charlatán con aspiraciones máximas a tertuliano de radio o televisión.
Hablar de manera influyente es otra cosa. La precondición más efectiva para el habla influyente es el compromiso que tienes, que es el que en definitiva mueve a las personas a que te sigan. Las palabras más atronadoras e influyentes que he conocido nunca las pronunció Teresa de Calcuta cuando en su labor de cuidado a enfermos un periodista le dijo que el no haría eso ni por 2 millones de dólares, ella le dijo: amigo, estamos de acuerdo, yo tampoco lo haría por eso.
Antes de pronunciar un discurso o hablar a tu gente, determina el compromiso que tienes con ella y escríbelo.
Segundo paso. El discurso más influyente no es el de el mejor orador, es el de el mejor escuchante.
La influencia del líder en el habla viene más por su habilidad para escuchar que por su capacidad para hablar. La cosa no está en el timbre, sonoridad, pronunciación, gestos… La forma influyente de hablar se valida cuando somos escuchados por el otro de manera efectiva. La calidad del discurso viene dada por el impacto que causamos en la otra persona, cuando nos alineamos con el otro.
La condición previa al habla efectiva es la escucha efectiva. Cuando escucho las necesidades, preocupaciones, desazones, aspiraciones, intereses, ambiciones del otro … Y hablo directamente a esas circunstancias. En ese momento mi habla como por arte de magia se convierte en influyente y soy escuchado de manera efectiva.
Por tanto hablar bien parte de escuchar bien, si lo hago así estoy creando un campo de alta energía donde conecto emocionalmente con el auditorio. La escucha es un fenómeno mucho más rico y complejo que lo que dice nuestro primer entendimiento, es una práctica que implica en el proceso una disposición corporal, lingüística y emocional, que se traduce en un ejercicio de gran intensidad.
La comunicación efectiva es una de las prácticas más difíciles, quien habla dice lo que dice y quien escucha escucha lo que escucha. Su perfeccionamiento se mide en el achique de esta brecha.
Escuchar implica no solamente descifrar el mensaje, es también una disposición para que puedas entrar en mi y cambiarme, conlleva la aceptación de que tus palabras puedan cambiar mis decisiones y cursos de acción. Es abrirse al cambio, convertirnos en permeables, aceptar al otro como valioso, es crear espacios para el respeto y crecimiento desde la diferencia. Hablar a los fans no entraña dificultad, en ellos resuena el mismo eco que cuando me hablo a mi mismo. Pero la principal tarea del líder es trabajar con la diferencia, crear adhesiones, resolver conflictos y lidiar con situaciones encontradas, concitar alianzas y consensos.
Aprender a escuchar desde el respeto y la diferencia, no solo es una práctica efectiva, es un imperativo ético. La falta de esta condición está en la base de los conflictos y las conductas autodestructivas de la civilización.
No me siento escuchado por el hecho de que te has enterado de lo que te he dicho, porque hayas entendido mi mensaje, si no me demuestras que mi palabra es importante para ti. El entrenamiento en la escucha de los oradores efectivos que muchas veces realizan de manera instintiva, puede ser diseñado y aprendido.
El buen orador capta la carga emocional de su público y lo hace con los cinco sentidos, determina rápidamente el estado emocional de la gente, y varia su discurso dependiendo de esa circunstancia. No habla a la gente, habla a la forma en que está la gente.
Si le preguntas a ese orador por qué cambió el discurso que llevaba escrito o pensado te dirá algo así como que conectó con la gente y descubrió que lo que iba a decir no produciría los resultados que buscaba.
Antes de hablar plantéate como quieres ser escuchado, como quieres entrar en la otra persona. Gracián, en una de sus máximas decía que si quieres salirte con la tuya entra por la del otro.
Piensa en las palabras que pronunció alguna persona y que aún resuenan en tu interior, verás como esas palabras estaban dirigidas a tus preocupaciones o intereses.
Tercer paso. Algunas prácticas sencillas. Dedícale mucho tiempo a escuchar y hazlo sistemáticamente, pregunta a las personas que te importan, a tu equipo, seguidores: ¿Qué cosas te hacen feliz? ¿Qué cosas te hacen infeliz? ¿En qué persona quieres convertirte? Mientras lo haces, anótalo en una libreta. Si quieres ser influyente habla de lo que les interesa a los demás, no busques que los demás piensen lo listo o importante que eres, diles lo importantes que son para ti y haz que lo sientan. Además, esto tiene que ser sincero.
Habla poco comprimiendo tus mensajes y haz mucho.
En las reuniones de dirección o en tus discursos, procura intervenir el último, habrás escuchado lo que han dicho los otros y evaluado el efecto producido en el resto del auditorio. Tendrás una posición privilegiada para ser el más influyente (no es casual que en el protocolo oficial el orador de mayor rango se reserve este turno).
Cuando quieras producir un cambio de rumbo brusco en la accion o reconducir una situación de bloqueo, comprime al máximo tu mensaje y dirígelo al corazón y la parte derecha del cerebro (es donde reside el campo emocional).
Cuarto paso. Ahora estudia oratoria, retórica, hablar en público… También te ayudará que puedas aprender a expresarte con claridad, precisión …. En internet tienes mucha información que te puede ayudar.
Cuantas veces has pensado: Ese tipo debe estar encantado de escucharse a si mismo, qué bien habla aunque no sé lo que está diciendo, cuantas cifras y datos da aunque no me interesa lo que dice… me ha conmovido, yo también tengo ese problema, ha dado en la tecla de lo que nos interesa. …Saca tus propias conclusiones y actúa en consecuencia.