- Vulnerabilidad y no control
Abrirse a los demás, confiar en otros, significa aceptar vivir en una cierta vulnerabilidad, aceptar la posibilidad de ser herido por otros o por la vida. Pero es que vivir es arriesgar. Incluso amando, haciendo uso de la gran potencia humana, también arriesgamos por la posibilidad de caer en el desamor y en sentir el dolor que éste nos produce. Pero sólo amando se puede llegar a la profunda alegría.
Cada vez aceptamos peor lo aleatorio, el azar, lo incierto, lo imponderable y es una gran paradoja pues precisamente esa es la realidad que cada vez nos envuelve más. Es cuestión de renunciar al hipercontrol aceptando nuestra vulnerabilidad.
¿Quién nos pensamos que somos? una cosa es tener un nivel de autoconfianza alto y otra muy distinta es considerarse el «rey del mambo».
- Surfeando desde la alegría
¡Por favor! Sólo aceptando la vida, y al mismo tiempo influyendo sobre ella, podremos
«surfear» en la alegría. Como en la vida, vamos experimentando, y en ese experimentar vamos superando obstáculos.
Eso nos infunde la sensación de que podemos superar todo y ahí nos perdemos. Es la ilusión de la omnipotencia. Una cosa es la indolencia, la pasividad, y otra muy diferente es dejarse arrastrar por la marea cuando las cosas, la vida, se nos pone enfrente de nosotros. Es importante, en esos momentos dejarse llevar por su flujo.
Con frecuencia nos colocamos enfrente y negamos la realidad, no la queremos ver, hacemos como si no fuese con nosotros… nos hacemos los despistados, falseamos esa realidad a veces utilizando lo que hoy en día algunos estúpidos llaman la «postverdad» ¡qué bonito! Yo diría, ¡qué tontería! Esa negación es una de las fuentes del sufrimiento.
- Dolor y confianza
Además, y lo tenemos comprobado, de la contrariedad, de las circunstancias adversas, del dolor, siempre encontramos un impulsor en nuestro camino de aprendizaje y desarrollo como seres humanos. Y el dolor es cierto que ataca a nuestra energía, parece como si intentase diluirla y los pensamientos negros reforzasen ese diluir. Y ahí está nuestra última libertad como apuntabaFrankl, «la actitud con la que nos enfrentemos a ese dolor». Eso es cosa nuestra.
Y no es cosa de acomodarse en el dolor y caer en el sufrimiento vistiéndonos de «victimistas». Funcionamos desde la confianza, la esperanza, como decía el gran Paulo Freire: “Es preciso tener esperanza; mas tiene que ser esperanza del verbo «esperanzar», porque hay gente que tiene esperanza del verbo «esperar», y esa no es esperanza, es pura espera».
José Maria Gasalla.
Conferenciante, escritor y profesor de DEUSTO Business School.
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