Las cloacas de las administraciones e instituciones.

Convivimos con unas instituciones que hunden sus raíces en el Medievo y la Era industrial. No se han enterado aún que ya estamos avanzando el siglo XXI, y cuando lo quieran hacer, estarán quebradas o a punto de colapsar. Viviremos un auténtico cataclismo.

cloacas

Cuando estudiaba historia la primera lección que aprendí para entender el fluir del tiempo histórico, es que todo cambio en la infraestructura (fuerzas productivas, relaciones de producción), produce transformaciones profundas en la superestructura (formas políticas, jurídicas, filosóficas, religiosas). Sin embargo los cambios radicales experimentados en la economía y la sociedad en las últimas décadas,  no han tenido aún efectos en la superestructura. Cuanto más tarden, el cataclismo será mayor, no tengan ustedes ninguna duda. El vaho que exhalan sus grietas comienza a ser vomitivo.

Nuestras viejas instituciones responden a la estampa característica del grupo de viandantes urbanos que a pie de obra se detienen junto a la baranda, observando ociosos durante horas los movimientos de los operarios. Cada uno de ellos tiene una obra en la cabeza, y una misión sancionadora: mira aquél qué mal lo hace…. si quitasen eso de aquí y lo pusiesen allá …. aquello es una chapuza ….si fuera yo el capataz ese se iba a enterar… hacen ruido, mandemos parar la obra…

El cortejo de la baranda son nuestras instituciones y la obra con sus operarios es la sociedad.

Nuestras instituciones y administraciones llevan demasiados años sin una revisión y actualización a fondo; y en lugar de servir al progreso social, están frenando su avance. Ante esta deriva histórica, o se reformulan y actualizan a los nuevos tiempos, o tendremos que sustituirlas muy pronto. Los currantes de la obra ante las pertinaces invectivas de los de la baranda, comienzan a enojarse y arrojar las primeras piedras. Esperemos que se imponga la cordura y las partes se tornen colaboradoras, por la buena marcha de la obra y la integridad de todos.

Qué se puede ver a través de las grietas que resquebrajan nuestras instituciones y administraciones casposas y «viejunas»: falta de compromiso con la construcción del futuro; falta de visión del futuro; incapacidad para generar emociones positivas, dirección, sentido, misión, legado…; trabajo enfocado al mantenimiento del estatus y la posición; falta de carácter y decisión para cambiar lo que no funciona y es evidente (dejar que los problemas acabe por resolverlos el tiempo); ausencia de compromiso con los problemas de la gente; enfoque al pasado; destrucción del talento; limitación de la iniciativa y el emprendimiento; destrucción del liderazgo; freno a la innovación; perpetuación del statu quo mediante un sistema educativo que narcotiza a los individuos; persecución cainita del talento; adanismo infanticida…

Detrás de las fachadas ostentosas y de las dimensiones descomunales de los símbolos del poder para disuadir la iniciativa humana, comienza a emanar la podredumbre en forma de finos hilillos de plastilina.

Todo el brillo y esplendor de antaño comienza a teñirse mate, la aceptación, obediencia y actitud de genuflexión ante la majestad, se torna en ambientes y espacios emocionales negativos. La desconfianza, deslealtad, intrigas y estratagemas, toxicidad…; comienzan a presidir las relaciones.

Las instituciones se enrocan sobre sí mismas, temerosas de perder su control e influencia, se disparan los costes de confianza, aumentan los policías, jueces, fiscales, funcionarios: se crean supervisores, supervisores de supervisores, supervisores de supervisores de supervisores… ; controladores, controladores de controladores, controladores de controladores de controladores…  Eso es lo que están haciendo nuestras instituciones, un tremendo esfuerzo para mantener el control desde la baranda y frenar el avance de la obra pública. ¡Qué desastre!

En este escenario corrosivo es casi imposible que quede tiempo y energía para las iniciativas, para la creación, la innovación, el emprendimiento… Todo gira en torno al error y su penalización como fórmula infalible para matar el talento.

El mantra es: no hagas, no propongas, no te esfuerces, no destaques… Pues estarás firmando tu sentencia, destruir la iniciativa tiene premio en unos espacios emponzoñados por la resignación, el resentimiento y la envidia.

Alguien en su sano juicio piensa que con esta deriva vamos a ser viables como sociedad. O los de la baranda cambian su actitud y se reinventan o terminarán perdiendo su posición (quien sólo trabaja para mantener su posición termina perdiéndola).

A mí me gustaría que las cosas no fueran así, pero soy incapaz de ser políticamente correcto, y para contarnos mentiras, ya tenemos los telediarios.

Estamos en la antesala de un cataclismo institucional y organizacional, y eso no es malo, no hace falta ser marxista para saber que sin cambios en la superestructura estamos abocados a episodios de gran agitación, trabajemos para que no sean traumáticos, pero nos situamos en la antesala de un nuevo contrato social.

Cuando las instituciones dejan de cumplir sus fines fundacionales han de ser reformadas o disueltas, pues en sí mismas no son un fin, sino un medio para servir al progreso y la felicidad humana.

Tenemos mucho trabajo por delante, necesitaremos reforzar el potencial de liderazgo para crear el futuro desde unas bases y un paradigma completamente nuevos, y eso pasa por nuestro papel activo en reformar nuestras instituciones y crear otras nuevas.

No hay tiempo que perder. Adelante!!!

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