El autopermiso es la llave con la que nos abrimos o cerramos a las posibilidades, condicionando nuestros resultados y el valor o desperdicio que producimos en la vida. Como norma general es mejor pedir pedir perdón que permiso.
Desde que era niño dividí mi pequeño mundo en dos tipos de personas: las que se daban permiso para hacer cosas y la inmensa mayoría que para actuar necesitábamos la aprobación de otros. Intuí que de este factor dependía el éxito o el fracaso personal (y no me equivoqué), pero no alcanzaba a descifrar el secreto donde residía este principio que separaba el mundo en personas con autonomía y sin autonomía. Ahora que conozco su alcance y funcionamiento, voy a compartirlo contigo.
Después de un tercio de siglo trabajando el fenómeno de la creatividad, la innovación, el emprendimiento y el liderazgo, así como las competencias y factores que determinan su aprendizaje, caí en la cuenta que en la base de todas ellas está la capacidad de cada persona para darse permiso a la hora de actuar y decidir sobre su propia vida. Toda nuestra existencia y los resultados que producimos están condicionados por el permiso.
El permiso es una capacidad que aunque se puede entrenar y modificar, está impresa en el ADN de nuestra cultura. Tan importante es, que determina nuestra apertura para escuchar al otro, decisión para hacer promesas, arrojo para pedir, poder para hacer declaraciones significativas, capacidad para realizar ofertas valiosas, valentía para tomar decisiones, actitud para crear equipos, disposición para trabajar con otros.
Vive en el lenguaje como automatismo por el que nos abrimos o cerramos a posibilidades (me doy permiso para actuar, no me doy permiso para actuar). Funciona como un cuento automático en la mente a cerca de lo que nos está permitido hacer y de lo que no, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo.
Sin darnos permiso no podemos innovar (retar a la tradición e intentar cosas diferentes), emprender nuevas iniciativas o liderar una causa. Tampoco podemos descubrir posibilidades en el entorno y explorar nuevos caminos.
El permiso está en la cultura.
El permiso está en las costumbres que se elevan a reglas morales y terminan definiendo una cultura, actuando como un manto envolvente que perdura en el tiempo.
Por ejemplo: yo viví en los últimos años de una dictadura y pude observar como las generaciones que han vivido en situaciones parecidas por un tiempo prolongado, terminan limitando enormemente su margen para darse permiso y tomar decisiones de manera autónoma. Dicho patrón de comportamiento se perpetúa como un hábito automático que se transmite a las futuras generaciones, aunque el régimen cambie, su subcultura sigue viva. Así, la sociedad quedaba dividida en dos grupos: las élites que se daban un permiso total para hacer lo que les venía en gana, y el resto de la sociedad que teníamos que pedir permiso hasta para ir al baño, dar explicaciones por no participar en una celebración religiosa o abrir una cuenta corriente.
Recuerdo que a finales de los años 60 y 70 del siglo pasado, el agobio del permiso era asfixiante en una sociedad de amos y criados, de hecho el grito automático ante cualquier requerimiento de una autoridad era: ¡Servidor!
Cuando los 20 primeros años de vida de una persona han sido gobernados por el permiso, deshacerte de él e instalar el automandato es una labor titánica que no se llega a completar en plenitud.
Aunque los entornos políticos y sociales decaigan, su roña cultural permanece activa como un cancer en las entrañas sociales. Cuando te has criado pidiendo permiso para todo y te lo han grabado a fuego desde la niñez, te cuesta un mundo deshacerte de esa costra, hasta tal punto que muchas personas no saben actuar sin la aprobación de una autoridad (cura, cacique, madre, hermano, maestro, jefe, …).
Si no rompemos el bloqueo del permiso en la mente de una persona, todo intento para que descubra posibilidades en su entorno, lleve a cabo una iniciativa o lidere un proyecto, será infructuosa. Para atreverse y hacer, hay que darse permiso previamente.
Cuando trabajamos en procesos de transformación educativa para el desarrollo de programas de emprendimiento y liderazgo en España, Portugal y Latinoamérica, nuestras contrapartes quedan sorprendidas cuando la capacitación se inicia trabajando con las personas la apertura del permiso, el automandato y la responsabilidad, como factor que allana el terreno al entrenamiento emprendedor. No podemos regar un campo si no abrimos las compuertas de la acequia.
Los regímenes autoritarios se basan en el permiso, en la sanción de las declaraciones, pedidos, promesas y ofertas que se pueden hacer las personas entre sí. Los pueblos que sostienen su cultura en religiones como el cristianismo donde las élites acaban acomodándolas a sus intereses, se debilita el automandato de las personas para supeditarlo por completo al escrutinio de la autoridad.
En algunas ocasiones digo a mis colegas: he aquí los resultados de siglos donde el poder político y religioso se conchaban para el control social y la sanción de cualquier acto público o privado: somos nosotros mismos, ejemplos vivos y parte de una gran masa social de ciudadanos entrenados para seguir órdenes y consignas pero poco preparados para conducir nuestra vida de manera autónoma. Son los peajes que pagamos por nuestra historia (en la que también hay cosas muy buenas), aunque no estamos condenados, podemos cambiar, aprender a emprender y hacernos dueños de nuestro destino.
Me fascina descubrir como las creencias que van impresas en la cultura, crean las condiciones económicas o sociales de países enteros. Por ejemplo, Calvino contribuyó como nadie a la expansión del capitalismo, abriendo el espacio del permiso a las personas para hacer negocios cuando anunció que los salvados por Dios eran reconocibles en vida por el éxito en los negocios. Una maniobra solo al alcance de un estratega descomunal, capaz de atraerse al poder económico a su causa y expandir el permiso de toda la sociedad a la creación de empresa y riqueza, así muchos se lanzaron a probar suerte en los negocios bajo la promesa de una doble recompensa (riqueza en vida y salvación eterna). Solo hay que mirar un mapa mundi para comprobar el éxito económico de los países por donde se extendió su credo. Al fin y al cabo, pensaría Calvino, para cuando todos estemos muertos nadie estará ahí para verificar mi estrafalaria ocurrencia.
Trabajar desde la educación el permiso en las personas.
Todo este planteamiento nos convoca a trabajar el permiso en las personas para que puedan diseñar su proyecto vital de manera autónoma, creando una apertura mental que nos permita actuar como seres responsables y activos en la construcción de nuestro futuro individual y colectivo.
Para hacerlo de manera sistemática en la educación hemos creado el Modelo 6-9, como base y primer escalón en el entrenamiento en nuestros programas educativos para la innovación, el emprendimiento y el liderazgo, desde un compromiso radical para que la vida de las personas se convierta en fuente de valor y creación de riqueza.
El permiso es el acto que más iniciativas ha enterrado a lo largo de la historia. Date permiso para perseguir tus sueños y alcanzar tus metas y no busques la aprobación de otros.
Al final, el mundo queda reducido a un grupo de personas que se dan permiso y otro que necesita el permiso para actuar. Y tú ¿en qué grupo quieres estar?
Adelante!!!
Artículos relacionados: