Todos nos hemos preguntado alguna vez dónde reside la capacidad para crear riqueza (material e inmaterial), por qué hay comunidades que en igualdad de condiciones generan prosperidad mientras que otras producen miseria, por qué hay personas que son fuente de abundancia frente a otras que lo son de escasez, por qué unos individuos crean mundos sutiles y los expanden mientras que otros los contraen y empobrecen, por qué hay personas que arruinan las relaciones allí donde se hacen presentes mientras que otras las dinamizan, por qué hay personas que todo florece a su alrededor mientras que otras lo marchitan… Todo el secreto reside en saber manejar dos habilidades muy básicas: hacer buenas promesas y pedir cosas a cambio de manera ponderada.
Todos los desafíos que tiene planteada la sociedad, la economía y la educación, pasan por promover y trabajar el talento de las personas. La cuestión está en quién será el primero en ver esta oportunidad y liderarla. Convertir a las Universidades Populares en los nuevos espacios para desarrollar el talento, puede conferirlas un nuevo protagonismo y liderazgo histórico. ¿Serán capaces de aprovecharlo?
El descubrimiento y cultivo del talento pasa por el doble ejercicio de mirar en mi interior para descubrir lo singular y genuino que hay en mi ser (mi mundo personal), y a su vez, tener una interpretación y un mapa mental del mundo global y los mundos mas pequeños y comunidades que lo forman para poder conectarme con ellas.
Si consiguiésemos aflorar el 10% del talento ocioso que permanece oculto en las personas y ponerlo en acción, nuestros países serían inmensamente ricos. La movilización del talento genera actividad económica, empresas y empleos, crea capital social, paga impuestos y produce innovación y nuevas oportunidades. En definitiva, hace más ricas a las familias, las ciudades, y las comunidades. Las organizaciones que cuidan el talento se convierten en líderes de su sector y marcan las diferencias con el resto.